Una navidad adulta como otra cualquiera
Tales días de Pascua como estos, en otros calendarios tachados, en un tiempo ido que todavía no se ha doblado sobre sí mismo para volver, los muertos de mi casa hacían cosas de vivos. En ese exceso de ensimismamiento que estoy comprobando que consiste la edad adulta, pienso mucho en aquel tremendo bullicio doméstico de ciertas navidades pasadas, con un gran pavo blanco, prehispánico, aleteando siempre cabeza abajo en la despensa aguardando a que le trufaran y, en la calle, guardias franquistas con media cáscara de huevo en la cabeza subidos sobre una montaña de botellas de sidra barata que les regalaban los viandantes. En mi infancia los preparativos de la navidad en el hogar eran algo minuciosísimo y coral, como si en lugar de conmemorar un nacimiento estuviéramos celebrando, a conciencia, el venidero fin de todo.
Y, en efecto, estábamos celebrando por anticipado el fin de todo aquello, y pensar en eso me deja sin ganas siquiera para sentir nostalgia. La navidad, hoy, no nos parece que sea ni la cáscara vacía de la navidad de la época en que aún habíamos escuchado esta palabra menos de diez veces en boca de los mayores. Va reduciéndose, nuestra navidad, y acaramelando su resplandor hasta convertirse en una especie de rito en penumbra, donde hasta los muebles de la casa familiar, los de siempre, parecen otros, más pequeños no sólo de como los recordábamos en la infancia, sino más pequeños incluso que el año anterior. Parecen encogidos por un progresivo miedo.
Todo se apaga sin sentir, hasta el ánimo de pedir dinero, de modo que el único que viene a pedir el "aguilando" es el señor borroso que durante el año cuida que la lápida del panteón familiar no se mueva de su sitio, como por otra parte hacen normalmente las lápidas sin necesidad de que nadie haga nada concreto. Hasta la vulgar intendencia nos sume en pensamientos graves: nos damos cuenta de que ya no hay que sacar los supletorios de la gran mesa del salón para que quepan en las celebraciones todas aquellas sombras que hacían en navidades lejanas cosas luminosas, todas esas transparencias que una vez fueron seres ciertos. Pronto podremos celebrar la navidad familiar sobre un velador y sobrará sitio.
Desde luego que la vista sobre el pasado dicen que lo mejora y embellece. Lo que si que creo es que en muchos casos tienen razon. ¿de verdad hemos adelantado mucho en 40 años? ¿somos mas felices que entonces?
Amén, señor Abarca, amén. Jamás un servidor lo hubiese podido expresar mejor. Eso mismo siento yo, un intentar coger agua entre las manos ¿verdad? Parece que es una gran mentira cuyas verdades escapen por los cuatro costados, hasta que en cuatro días ya no quede nada. ¿Hacia dónde vamos? No lo sé, sólo sé que no me gusta. Un abrazo y feliz navidad.
Hola Jose Antonio, muy bueno. El mejor artículo que te he leído hasta ahora. La Navidad desaparece, Jose, porque sin familia no hay Navidad que valga; por esto mucha gente odia estas fiestas: les recuerda de donde vienen y donde están, no son más felices ahora que antes. Y no es por el paso del tiempo, es el recuerdo de una vida verdadera que te demuestra que metiste la pata, que te equivocaste, que la vida solo es plena cuando se comparte y se lucha por alguien. Cuando uno está solo pocas cosas tienen sentido, por eso hay que colocarse, para olvidar en que te has convertido ya que dar marcha atrás cada vez es más y más difícil...el tiempo se va. A veces los recuerdos son más dolorosos que un dolor de muelas. Felicidades por tu artículo. http://elblogdekufisto.blogspot.com/2010/03/una-manana-en-la-casa-de-los-muertos.html
La desintegración de la familia, en muchos casos ya es un hecho y la progresía zejatera puede estar enormemente satisfecha por ello, pues empeño en el asunto no les ha faltado. Las fechas navideñas se asociaban al recogimiento familiar y a las buenas relaciones con los servidores públicos y sobretodo con los vecinos. Las comadres se juntaban para preparar los dulces que luego se llevaban al horno, los chiquillos colaborábamos en lo que podíamos y la taberna se llenaba de gente que hacía meses que no veíamos. A todo ésto que se debería haber conservado con especial protección por formar parte de nuestro acerbo cultural, la progresía ha preferido optar por su erradicación, pues se halla impregnado desde su base con la esencia de algo tan dañino para el ideario progre, como la celebración de un rito cristiano. La ideología de género tiene un objetivo muy claro: Desintegrar la familia, sacar a la mujer del hogar donde imponía el orden básico de la sociedad y destruir con ello, el orden social establecido. Y lo hace a base de inculcar ideas como la de que el aborto libre supone una liberación y un derecho de la mujer, pues cosa tan deleznable como la maternidad, es en realidad una herramienta machista de dominación y subyugación para la mujer. La futura proscripción de la Navidad es parte de éste objetivo totalitario de ingeniería social, pero no es el único. En nuestras manos está el impedirlo. Porque para que el mal se imponga, solo es necesario que la buena gente no haga nada para impedirlo.
Si, una Navidad adulta como otra cualquiera y exactamente igual que la mía.Me encanta este artículo porque nunca jamás podría haberlo expresado mejor. Una intenta mantener el ánimo y recordar lo que se sentía antes y porqué me gustaba tanto la Navidad, pero mis esfuerzos acaban en el mismo razonamiento que hace Clavius. No he hecho lo que tenía que hacer para que todas aquellas celebraciones tuviesen una continuidad, voy a ver si me pongo. Un saludo.
Gusto de decir a menudo aquello de "cualquier tiempo pasado fué mejor"para que todos,todas y todes se me echen encima filosóficamente,y con escasos recursos de convicción intentan explicarme lo que yo realmente creo,que es lo de que lo mejor está por venir. En una catequesis de confirmación el cura nos explicó que la Navidad ocurre al principio de invierno(en el hemisferio norte que es donde tuvo lugar el nacimiento de Jesús)porque es cuando la luz solar empieza a superar a la oscuridad de la noche simbolizando el triunfo de la luz sobre las tinieblas.Esto para muchos,quizás para la mayoria,es una estupidez como otra,pero solo pensar que pueda ser cierto hace celebrar la Navidad con mejor intención que celebrar el equinoccio de invierno a secas.
ABARCA, bien. Has descrito la casa de mis padres, mesa supletoria incluída. Sólo un matiz: Mi padre prefiere la pava negra. Amigo CLAVIUS, la familia desaparece si dejamos que desaparezca. No porque desde el gobierno digan que yo soy el progenitor A de mi hijo voy a dejar de recibir una corbata en el día del padre. Otra cosa es la soledad, solos venimos y solos nos vamos, pero nadie vive solo, no somos islas, todos nos necesitamos. Es cuestión de buscar un poquico.