Ya saben la anécdota que contaban nuestros escritores del "erial" (los que se quedaron bajo el Franquismo, que según la propaganda progre fue culturalmente una especie de campo de nabos agostado) de que una vez se intentó hacer un periódico que contuviera únicamente buenas noticias, y al poco tiempo quebró. Nunca supe si aquello sucedió porque las buenas noticias no son noticias de verdad y no venden (contra lo que asegura el dicho anglosajón "no news, good news", aquí cuando se dice eso de "¿es que no te has enterado de la noticia?" siempre se refiere a algo de malo a pésimo), o bien porque, en efecto, nunca hay suficientes buenas noticias como para rellenar un fajo de papel diariamente, y ni siquiera periódicamente. Pues entre tantas malas noticias españolas que son simplemente noticias sin más, no hace ni dos días que en Murcia se ha producido una buena, por lo que tiene de indicio, siquiera resulte brumoso, de que en este país hay incluso quien no se resigna: con la que sigue cayendo, una empresa "del ladrillo", Polaris World, ha conseguido refinanciarse con ochenta millones de euros de los bancos y cajas, nada menos que de cuatro.
Que un solo banco o caja española (alguna de ellas en una situación financiera no demasiado alejada del muslo de pollo de Carpanta) te dé dinero hoy entra dentro del ámbito de actuación de las apariciones marianas. Que te lo den cuatro bancos o cajas, y sobre algo que si hacemos caso a los cirujanos -o más bien anestesistas- de la "Nueva Economía Sostenible" no vale nada en el mercado porque lo único que había aquí es una burbuja especuladora, es el equivalente a que Santiago Carrillo se arrepienta de sus muchas travesuras y muera en el seno de la Iglesia. Y no obstante, si una empresa perteneciente a eso que el servicio de paquetería de medidas contra la crisis del Gobierno viene llamando "economía tóxica del pasado" (la promotora turística Polaris World, cuya estructura productiva será el que vuelva a enterrar, a nada que se reactive normalmente el mercado extranjero, las ocurrencias del Gobierno sobre el cambio de estructura productiva) recibe ochenta millones de cuatro bancos con la que sigue cayendo aquí, no es porque este modelo de desarrollo se hubiese acabado en España. Será más bien porque el modelo era el correcto pero el momento incorrecto, y la que casi se está acabando es España. Aunque todavía no lo suficiente acabada para lo que les gustaría a los que dividen el país entre unos pocos buenos y una masa de falangistas (¡como si aún hubiese falangistas!: en su día se metieron todos, coherentemente y sin grandes anfractuosidades ideológicas, a tener carné en el socialismo).
No, señores. El modelo de desarrollo del país, a juzgar por esa confianza de los bancos dando un dinero que no tienen, sigue siendo el que era y por lógica será. A falta de que vuelva a haber país. No creo en absoluto en el supuesto fin del modelo turístico español, que sentencian los que quieren sustituirlo por una especie de escapismo subvencionado: la propia realidad será la que termine con el escapismo subvencionado y restablezca lo que ha venido siendo y seguirá siendo el motor de la economía española. La que vuelva a poner al hispánico sol (con sus moscas) donde siempre ha estado y debajo una segunda residencia española para que los europeos del norte se refugien de él.