Colabora


Crónicas murcianas

Realidad manoseada en este nuevo año que ya está acabado

Siempre he recordado una frase maravillosa de Plà recién acabada la guerra, mirando él a través de los cristales de un autobús laminado en materiales de fonda barata el paisaje desdentado que pasaba: "en España, hoy, hasta los árboles parecen sobados y manoseados". En la España convaleciente del año 40 no había ni para reparar el aire de la atmósfera. Ha empezado el año apenas y ya el año parece usado, como gastado. Veo el país como dado de sí, desgargolado. Sin ánima, ni "pneuma", ni ángel, ni fundamento, ni sustancia, ni desde luego hombres de Estado. Nunca tuvo excesiva alegría popular esto de España, contra lo que creen ciertos hispanistas anglosajones, pero existía aquella especie de desesperación expansiva que podía ser confundida fácilmente con pasión y genio. Nos hemos ido quedando en nada, y lo más que veo por la calle son sombras de españoles que un día fueron, estándares contemporáneos que podrán acabar en cualquier parte que les ordenen. Los españoles existieron como alguna cosa distinta a lo de ahora, eso no hay que ponerlo en duda. Yo mismo conocí a los últimos, en mi infancia, y sé que no se parecían a lo de ahora, hasta tenían otro empaque. Los artículos de estos días, empapados del estado de ánimo propio de la realidad, nos salen, me temo, como lana mojada, cálidos, aún con cierto abrigo pero con un perceptible deje agrio.

También estas jornadas en que el cielo está color de borra de abrigo ayudan a no verle buena pinta ni al país ni a nada. El sur donde vivo cuando llueve se queda paradójicamente como sucio, como si le hubiese caído encima un cubo de agua emborronada de fregar, justo al revés que los sitios acostumbrados a mojarse, que lucen. Hasta los patios interiores en este enero huelen a gasógeno, cuando es imposible porque ya no hay gasógeno. Es un gasógeno en presencia fantasmal. Estos días España, o al menos el trocito insignificante de país al que alcanza mi vista doméstica, es un sitio digno de incluirse en lo que algunos antifranquistas retrospectivos han venido llamando "los años de plomo". Para plomo, éste, a falta de haber vivido el otro. Al menos hasta no hace demasiado España sólo era un país lleno de un público desagradable, como anotaron aquellos viajeros que comparaban la España que recién nacía al turismo, la de los camareros sabios y los mutilados reverenciosos, con la España aíta de cuarenta años después, pero ahora, sobre desagradable, se ha llenado de colectivos aburridísimos. Quizás estoy exagerando algo porque no veo el final de la crisis o, por mejor decir, veo un falso final de crisis que se convertirá en endémico. Vamos, que no le veo mucho futuro al país como para que hasta los árboles dejen de parecer manoseados.

Lo más popular

  1. Begoña Gómez miente en su primera declaración ante la Justicia: la carta de recomendación sí mencionaba a Barrabés
  2. Aldama usó medios de Interior para investigar al inspector de Hacienda que hizo saltar la alarma sobre la trama
  3. Filtración contra el novio de Ayuso: la UCO descubre que el fiscal general borró los mensajes de su móvil
  4. 'El Confidencial' responde a 'The Objective' y le advierte con posibles acciones legales
  5. La última gran mentira de Marlaska: las negociaciones para entregar puertos y aeropuertos a Mossos y Ertzaintza

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario