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Crónicas murcianas

No puedo soportar a Ernesto Giménez Caballero, pero...

No sé si el librito tendrá circulación o se limitará a ser un "pezqueñín" de bibliófilos, pero recomiendo la lectura de "En la cabellera de un cometa llamado Ernesto Giménez Caballero" (Jerónimo Molina Cano, ediciones "Los papeles del sitio"). Su segunda parte es "Giménez Caballero y Murcia". Debo anticipar que el escritor cósmico-falangista, o lo que fuera aquello suyo, Ernesto Giménez Caballero nunca me ha agradado literariamente. No he podido terminar ningún libro de los que expedía, ni siquiera los de entrevistas a personajes célebres de su época, que fue la de Franco. Para que una entrevista a alguien de quien hubiésemos recogido las boñigas con el objeto de auscultarlas me resulte insoportable de leer ya hay que esmerarse. Y Giménez Caballero lo conseguía. Todo en él me ha parecido siempre artificial, emborronado, un tanto histérico, como aquello que citaba tanto Umbral de "Reino" que supuestamente significa "Rey no" (a los extremos que puede llevar el peloteo al Movimiento, aquella concentración de mastuerzos que cambió el yugo y las flechas por el puño y la rosa sin dificultad alguna, y lo dice un republicano de derechas).

No me gusta su escritura, de hecho es el único escritor de los de "el páramo" del Régimen (Foxá, Sánchez Mazas, Montes, Ruano, por supuesto Ortega y Gasset, etc.) que no me gusta, y no me gustaban tampoco nada sus antiparras romboidales, antecedentes directos de los cebollinos "gafapastas" de hogaño. Aunque sé que esto último no hace al caso, no puedo disimular mi aversión por ciertas afectaciones. González Ruano desdeñaba frívolamente a Lorca porque le parecía un señor con la cara tosca, el poeta José María Álvarez desprecia a Sartre porque piensa que su bizquera estaba emparentada con un alma desaconsejable y si a mí me llega alguien a una tertulia con aquel atavío absurdo de Giménez Caballero me levanto y me voy. Sin embargo, el librito que nos ocupa es fascinante. Un condensado de referencias eruditas no exento de frases perfectas a cargo del profesor Jerónimo Molina, el autor, por las que Giménez Caballero, tan de frases, hubiese vendido al peso toda su obra. "El olvido, siempre dulce y meloso" (de "melós", catalanismo delicioso, que viene de "mel", miel), "Recibió en ella (Caballero, en Murcia) reconocimiento y olvido en desigual proporción"... Para todos los que nos obsesiona aquella hora literaria de España, esto que me ha enviado el profesor Molina, de la Universidad de Murcia (léanse con detenimiento los adjetivos malévolos que le dedica a su santa casa hablando de la época de Giménez Caballero: una universidad "recoleta", "inverosímil" e incluso "un poco escandalosa", con manga ancha), vale mucho más que cualquier libro directo de aquel escritor coqueto y por lo que a mí respecta ilegible que perseguía a Franco con su lengua siempre a la altura del brillo de las polainas.

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