Que quede claro de una vez por todas, y ojo con especular al respecto. No existe el turismo sexual de Ellas. Es, siempre, "turismo romántico". Hay que diferenciar lo propio de esos pederastas internacionales por cuestión de género (todos los hombres que vienen de destinos considerados de "turismo sexual" se enfrentan a esta acusación) de lo otro. De las bonitas intenciones, como es natural, de ellas. Los bellos sueños también son cuestión de cromosomas, como pronto dirá el Código Penal español, una vez expurgado por los agentes de la ministra Aído. Lo dice bien claro Jeanette Belliveau en su libro Romance in the road, según leo en un interesante reportaje de El Mundo. Belliveau narra los doce años posteriores a su divorcio, cuando buscó en todos los continentes aventuras eróticas, es decir, románticas, con desconocidos. Por supuesto, buscando un alto ideal. Casi una abstracción. Todos los medios son aceptables, siempre que el fin sea sea el correcto, que decía el utilitarismo. Mientras las mujeres buscan el prístino cuento de Hadas, los monstruos de Amstetten de turno van en procura de revolcarse en el barro. De eso no hay ninguna duda.
Dice El Mundo, este domingo, con la típica pregunta facilona de molesto tonillo machista: "¿en qué se diferencia esto del tipo que va a Tailandia y se lleva a una joven gogó?". Belliveau se alegra de que le hagan esa pregunta, sobre todo porque es ella misma la que la formula para responderla muy a su sabor: "en el caso de las mujeres no todo es cuestión de sexo y dinero. Siempre hay sitio para el romanticismo. Uno de cada treinta casos termina en una relación seria". Lo cual quiere decir que Belliveau sabe de buena tinta, siguiendo la establecido por el pensamiento dominante (más que dominante, acogotante) y, ahora, por las leyes de aplicación en los juzgados españoles que descubren en todo hombre un ser, por definición, sediento de sevicias, que Belliveau sabe, digo, lo que se esconde detrás de todas las intenciones masculinas. De todas en absoluto. Al hombre deben echársele encima los tribunales penales internacionales cuando van de viaje de placer porque no buscan jamás romanticismo ni relaciones serias, no como las mujeres, que incluso lo consiguen una de cada treinta veces. Los grupitos de mujeres, también por definición, van por el mundo siguiendo las puestas de sol sin descanso y diciendo aquello tan delicioso del anuncio de colonia de los años setenta "paseaba por la Casbah, cuando de repente me ví envuelta en un tumulto, y llegaste tú...."