Se habla de que el PP por fin ha retomado una postura común en el asunto del agua. En cualquier caso, esa celebrada postura común del PP, alcanzada ayer, es fruto de una confusión gramatical. El texto último del preámbulo del Estatuto castellanomanchego propuesto por el grupo popular, que no fue aceptado por el PSOE, hablaba de que la Comunidad de Castilla-La Mancha "estimaba" sus "necesidades" hídricas en 4.000 hectómetros cúbicos. Esto, supuestamente, desactivaba mediante sutilezas del lenguaje la bomba de esa "reserva hídrica" de los mismos 4.000 hectómetros cúbicos que quería el presidente manchego Barreda, para eliminar el trasvase del Tajo. Pero en realidad, y si se hubiese aprobado el documento del PP, estaríamos prácticamente en las mismas, o en muy parecidas.
En el mejor de los casos, fijar en el preámbulo de un Estatuto las "necesidades" o "reservas" de una Comunidad Autónoma es algo ocioso e inútil, como si hubiesen puesto papel y timbre oficial a ese deseo de los argentinos de "no te murás nunca". En el peor, y siempre hay que ponerse en lo peor porque nunca será bastante malo para lo que en realidad pasará, esas "necesidades" de 4.000 hectómetros cúbicos de agua hubiesen dado lugar a parecidos problemas interterritoriales que los causados por la famosa "reserva". Vamos a decirlo en otras palabras: si, según los socialistas, la "reserva" que pretendían que figurara en el preámbulo no tenía fuerza normativa, ya que no la habían puesto en el articulado, entonces la "necesidad estimada" tampoco tenía ninguna fuerza normativa. En apariencia. Porque las dos cosas hubiesen tenido, a falta de normativa, total fuerza política, repito, total fuerza política, viniesen en el articulado, en el preámbulo o en un codicilo aparte. Y ya sabemos lo que significa eso en una España que desprecia las grandes leyes y donde la política que más se aprecia es la de los hechos consumados.
En realidad fijar las "necesidades" hídricas o bien la "reserva" equivalen casi a lo mismo. La única diferencia, sustancial pero lejos de resultar tranquilizadora, es que si se llega a aprobar como quería el PSOE la "reserva", la propia Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha podría haber actuado en el acto, de parte, sin contar con el Estado, eliminando cualquier trasvase desde el Tajo al Levante, que ya vendría luego el Tribunal Constitucional a los veinte años de deliberación a dilucidar el cómo me la maravillaría yo del preámbulo de la "metida". Y si, en cambio, se hubiese aprobado como quería el PP lo de "las necesidades", entonces al día siguiente tendríamos a Barreda enarbolando el nuevo Estatuto ante el Congreso, para que el Gobierno prohibiera el descuidar ni una sola gota de esas "necesidades" fijadas en Ley. Está claro que el lío en que se metió el PP de Castilla-La Mancha apuntándose a la fundacional doctrina hídrica de Zapatero ("no creo en los trasvases") no se podían arreglar simplemente con cambiar la gramática ni la sintaxis en el último minuto. Se trataba, obviamente, de darle un agarradero a María Dolores de Cospedal para no quedar ante sus parroquianos como el "capitán araña", que primero los embarca y luego los engaña.
El presidente murciano Ramón Luis Valcárcel supo estar exactamente en su sitio: blandiendo los preceptos de la Constitución, el mandato preciso de su Región y los principios fundacionales de su partido en una mano y el interés común del Estado en la otra. Fue, de largo, el que más cedió, en procura de conseguir el documento de la que festejan como "recuperada postura común del PP en torno al agua". Y lo hizo sabiendo que lo más que se hacía cambiando el término "reserva" por el de "necesidades" es dilatar los efectos de un proceso legal que en todo caso, seamos sinceros, resulta inquietante. Se salvaba a última hora a la Cospedal del sumidero en el que se metió, y luego ya veríamos. Que de momento no vamos a ver, si se retira el Estatuto. Valcárcel sabe que el triunfo que le supone la probable retirada del Estatuto manchego es magro y que esto del Tajo acaba de empezar. Porque los efectos del mal inoculado por Zapatero son aún incalculables.