Más sobre lo de Fernando Sánchez Dragó
Como saben los que más o menos siguen esta sección, nunca he mantenido ningún diálogo con los internautas que dejan aquí sus comentarios. No porque me parezca rebajarme, sino al contrario, porque me parecería auparme a mí mismo, tomarme en serio y arrogarme de una especie de "autoridad de página" de la que por supuesto carezco. Sólo una vez me sentí obligado a intervenir y no fue para promover el diálogo, sino precisamente para acabar con él: cuando un internauta, al que desde entonces no tengo el gusto de ver por aquí al menos con su "nick" original ("me voy de vacaciones", dejó caer enigmáticamente), se suscribió a la conocida tesis de que los ataques del 11-s fueron un autoatentado por parte de los servicios secretos estadounidenses. Me sentí obligado, contra mi temperamento, que no sirve para ordenar nada a nadie, a llamar al orden y a convidar al traslado de ese tipo de frases "trolls" a otros boscosos foros donde sin duda son bienvenidas. Porque ya lo próximo era escribir que, como todo lo malo que ocurre incluido la desaparición del cine en blanco y negro en "prime time", el 11-s había sido cosa de los judíos. Que también es otra de las tesis a las que se abonan los que comprueban que con lo del autoatentado de los servicios secretos la gente no vomita lo suficiente. No pude dejarlo pasar por alto. Pero fue sólo una vez. Ahora es la segunda.
Por fortuna, no es para terminar con ninguna conversación, sino para precisar algunas cuestiones sobre la irreprimible y en mi opinión irrepetible figura de Fernando Sánchez Dragó, a la que dedicaba mi "post" anterior y con la que algunos internautas llevados de "la llamarada" (que llamaba Pla a los movimientos de la masa) se equivocan de medio a medio. Por causa de algunas batallitas literaturizadas y por gustar realmente de las mujeres -algo que no está ni mucho menos tan extendido entre los hombres, hoy en día- la convención social es llamarlo "viejo verde". Por lo que lo he conocido, diría que Dragó no podría ser nunca un viejo. Escribió Manuel Vicent que te has hecho mayor cuando te sorprendes diciendo más de tres veces al día "qué barbaridad". Dragó, aunque gracias a los fríos mineralizantes de Soria alcance el siglo, nunca diría más de tres veces al día "qué barbaridad". Es el joven más arrugado que me he echado a la cara y el veinteañero que mejor lleva las camisetas con ideogramas orientales a sus infartados setenta y tantos.
Dragó, y por eso tampoco podría ser un viejo, no tiene que prevalerse de su posición, ni de su astucia, ni de su dinero (de haberlo) para ligarse a nadie, porque simplemente con su desarmante espontaneidad, su en todo momento apasionante conversación y su expansiva humanidad, su gigante calidez curtida de baobab, aún hoy podría conseguir porque sí la buena voluntad de cualquiera. Y por buena voluntad pueden entender lo que quieran. En la distancia corta, Dragó nunca está pagado de nada. No resulta intelectual en el peor sentido. No es un cultureta. Es un aventurero auténtico, de los que ya no se hacen, y sólo le ha faltado nacer en Tasmania como es obligatorio después de Errol Flynn. Dragó es llano en su superficie como Holanda y profundo, en cuanto se rasca un poco, como la fosa de las Marianas. Recuerdo un inolvidable programa de "radio Intereconomía" que me regaló con la apariencia de dedicárselo yo a él, como entrevistador. Nos movimos todo el rato entre la inmaterialidad, hablando de la posible pervivencia de un alma en aquellos individuos que, por haberla cultivado en vida, se la pudieran permitir, y del amor ultratumbático (del amor ultratumbático, no de las púberes japonesas que cuentan con trece floraciones de los almendros ni de comer sushi sobre el cuerpo de dieciochoañeras desnudas). Hacer un monográfico de algo tan vagaroso y que el estudio de grabación no le devolviera el eco, como ocurre con todos los insoportables infatuados de la cosa del arte a los que me he tenido que enfrentar para mi eterno aburrimiento (o "aburrición", que se dice en Murcia), sitúa a Dragó, con todos mis respetos para los internautas, fuera y lejos de cualquier corral de vuelo bajo donde se le dislacere por inmoral y por "salido". Lejísimos.
Salta a la vista que Sánchez Dragó tiene en usted un buen amigo. Gran apología y encomiástica vindicación. Además, ha hecho usted lo que debía, qué c***, defender al amigo al que aprecia, admira y respeta, como un mosquetero de pro. De todos modos, sigo pensando que es un egotista. Por cierto, creo que el internauta cesante al que se refiere usted era Antodasa, con el que tuve un roce nada placentero a cuenta, creo, del asunto del 11-S, precisamente. Era un tipo bastante vehemente y con poco sentido del humor. Bueno, tengamos la fiesta en paz.
A ver, que me he perdido. Resulta que un hombre de setenta y tantos años le pone los cuernos a su mujer; se tira lo que se le pone por delante; alardea de ello entre amigotes; en Tokio, se dedica a tontear con adolescentes tontas, besito por aqui, caricia por allá (si es que no hubo más, cosa que no me sorprendería); lo publica en un libro, en plan anécdota graciosa "si es que soy de lo que no hay". Y, cuando a tal individuo se le tacha de salido, y de viejo verde...pues resulta que es que somos de un "corral de vuelo bajo". Así, sin anestesia. Chapeau, José Antonio Martínez-Abarca. Al final vamos a tener que pensar que tú eres el mamporrero del salido.
Una semblanza muy hermosa. Intentando recuperar alguno de sus magníficos editoriales en "Diario de la noche" para ilustrar mi comentario, me he topado con este vídeo http://www.youtube.com/watch?v=kWYNXfkmXWs que me ha hecho reconciliarme un poquito con él. Se destapa como un maltusiano al estilo de aquella divertidísima aunque, afortunadamente, trasnochada "Cuando el destino nos alcance", supongo que por ser forofo de la ciencia ficción y no por desinformado. "...IS PEOPLE!" ¿Recuerdan? Vamos, "pa reventá"...
Yo quería mantener cierto distanciamiento con respecto a este tema, sin dejar de meter baza, faltaría mas, y no caer en la descalificación de un personaje al que en realidad admiro, pero tampoco en la vindicación encomiástica en que ha incurrido José Antonio. Yo no he tenido el placer de cenar con Fernando Sánchez Dragó, ni de conversar largo y tendido con él. El único contacto que hemos tenido fue con ocasión de una conferencia que dio hace muchos años, tras la cual, en el turno de preguntas, tuve un intercambio dialéctico con él (cordial, naturalmente), que es tanto como decir nada. En ocasiones, cuando mantengo una postura prudente y distanciada, me acuerdo de aquella expresión del Apocalipsis ("Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca") que parece una amonestación bastante enérgica dirigida contra los escépticos y los equidistantes. Como yo no tengo muy buena opinión acerca del estado mental de quien redactó el Apocalipsis, no me impresiona mucho esa amonestación y procuro seguir en mis trece. Ahora, tengo que reconocer que, ante la enorme divergencia que observo entre el discurso de Martínez Abarca y el de algunos de mis compañeros de bancada, me siento tentado de tomar partido por el encausado y por su abogado defensor.
Yo también creo que el encausado tiene un carácter y una personalidad apabullantes e irrepetibles, y no es que eso le conceda una patente de corso para esto o lo otro, o que esté por encima del bien y del mal, sino que imprime a ese comportamiento sexualmente expansivo, e indiscreto, un carácter diferente del que tendría en un hombre de otras características, porque no hace las cosas de la misma manera, ni con el mismo espíritu. Desde luego, su actitud ante la vida y su forma de relacionarse con el mundo no son las habituales de un hombre de su edad, pero es que tampoco era un hombre corriente hace cuarenta años. Como no soy Henry James, me resulta difícil hilar más fino en términos psicológicos y espirituales, de modo que lo dejaré ahí. Por otro lado, veo en este hombre una extraña mezcla más o menos confusa de influencias culturales de largo recorrido: junto a la cultura judeocristiana occidental, las culturas orientales y las del antiguo mundo mediterráneo. A mí me recuerda un poco al capitán Richard Francis Burton, otro personaje excesivo y atípico que sacó muchísimo provecho de la vida, un hombre sediento de experiencias y de conocimientos, y cuya actitud ante el sexo provocaba escándalo en la sociedad victoriana de su época (fue quien tradujo al inglés el Kama Sutra). Sé que el propio Fernando lo conoce bien y lo admira, cómo no -aunque hace años confesó en un artículo de El Mundo que, con quien él se identificaba más era con T. E. Lawrence y con Yukio Mishima. Esto no invalida lo que he dicho anteriormente acerca del encausado (le he llamado egotista, y hasta rijoso), sino que aporta un punto de vista adicional que hasta ahora había mantenido en reserva para evitar mojarme. No quería aparecer como un fan de Sánchez Dragó -ni de él, ni de nadie-, porque lo cierto es que le veo muchas facetas, y a través de varios prismas y con diferentes criterios.
José Antonio, su defensa del encausado es cerrada, casi de caballero legionario, de un compromiso total. ¿No le ve ningún defecto?
"(...)me siento tentado de tomar partido por el encausado (...)" Mire que yo también lo he intentado, Erbilyos. Pero a pesar de mi empeño he acabado atizándole otra vez en el mismo párrafo... Nada, que no lo puedo soportar.
Buenos días. Dejando a un lado, si cabe, las consideraciones morales, en caso que hubiera ocurrido el episodio debatido en cuestión, penalmente, no obrando engaño, es decir, con consentimiento otorgado con edad de trece años, NO es delito en el código penal español. Si no nos gusta, pues a exigir que se modifique el mismo. Ni apoyo ni critico la actuación, si hubiera ocurrido, del Sr. Sánchez Dragó -lo niega por activa y por pasiva-, pero lo que no trago es la falsa hipocresía de los que ahora acusan.
He visto que en la Wikipedia ya se han cebado con él, poniendo incluso el enlace a un artículo injurioso publicado en el periodicucho de Sopena. Me uniría al manifiesto que han suscrito, entre otros, Gustavo Bueno, Savater, Garci y Escohotado, si fuera alguien. Pero como no soy nadie... Tienen toda la razón los que han redactado el manifiesto. Es una caza de brujas contra la incorrección política. Lo de las chicas es lo de menos.
Caza de brujas y puritanismo. Nadie se ha metido con García Márquez por "Memorias de mis p... tristes" o "El amor en los tiempos del cólera" Ya sé, ya sé que no son autobriográficos ¿o si?. Tampoco nadie dice nada de Woody Allen que se casó con la hija de su mujer ¿la miraba con ojos de padre cuando era una menor? No sé, Dragó me parece un poco fantasma, pero esto es una caza de brujas en toda regla.