Después de decir abiertamente durante un mitin en Zaragoza, en la última campaña electoral, que si ganaba iba a hacer el trasvase del Ebro, ahora Mariano Rajoy calla supongo que porque todo el perjuício electoral que podía causarle el anuncio a su partido ya está hecho. Y para qué va a perder el tiempo, claro, denunciando algo que podría beneficiarle ante el electorado, a él y al partido, como la cuestión del innombrable (por los malintencionados llamado trasvase), entre el Ebro y Barcelona. El mal (necesario) ya está causado, reconociendo Rajoy lo que más podía perjudicarle en el sitio justo, y en las fechas adecuadas, como hombre de una sola pieza que es. Pero ese trabajo ya está hecho. No hay por qué seguir defendiendo en todas las partes de España el trasvase del Ebro cuando los socialistas ya no pueden beneficiarse porque lo han resucitado ellos, no vaya a ser que el electorado se anime y desalojen a la leal oposición de donde está para ponerla en el Gobierno, cuando han cogido la postura al sofá.
Ahora no se trata de que por aquella valentía de reconocer lo más incómodo se enfade todo el electorado aragonés y por ese enfado quizás se perdieran triunfalmente las elecciones, sino algo mucho más pavoroso, ante lo que Mariano no puede por menos que recular: que se le enfaden Soraya o Pío García Escudero, el que no entiende que la socialdemocracia se sienta más cómoda con él que con Esperanza Aguirre, con esas "nuevas formas" inauguradas sin contar con el electorado por las que están dispuestos incluso a ver en el ministro Bermejo un estadista o en la ministra Mardalena Arvale (pronúnciese con la voz del gato "Jinks") una tecnócrata, que ni Santa Lucía podría hacer más por aguzar esa vista.
No se puede renunciar a los principios aunque se pierdan las elecciones, pero sí se puede si el precio a pagar es mayor, o sea, que la niña haga un mohín. En Génova, 13 deben estar pegados a las televisiones y radios amigas para informarse al minuto sobre la celebración del nuevo concilio ecuménico que va a decidir la nueva cuestión teológica, casi angélica, prácticamente d'orsiana, de nuestro tiempo, si lo de Barcelona es agua o bien son flores. "Si al final se demuestra que lo de Barcelona es un trasvase, pediremos con toda contundencia que éste se extienda a otras comunidades autónomas". "Soraya, chst, que dicen los socialistas de Aragón que después de ponerlo en papel tornasol y aplicarle un reactivo sí que parece lo que sin temor a exagerar podría llamarse un trasvase". "Bueno, pues si al final se demuestra que el que parece un trasvase es de verdad un trasvase pediremos con toda contundencia que también parezca que éste se extiende a otras comunidades autónomas". Un martillo por boca, Soraya. No se nos entusiasmen pasándose en masa al PP por su cerrada defensa postelectoral del trasvase del Ebro, que tienen la centralita bloqueada y se nos quejan. O, como hubiese dicho Lola Flores a sus fieles, "si no se os vais de la Iglesia mi hija no se puede casar". Su hija, casar, y la portavoz, figurar.