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Crónicas murcianas

Los monos no hablan porque traman algo

Tengo para mí que detrás de un mono siempre hay un psicópata. Aquello de "tienes más peligro que un chimpancé con una navaja de afeitar" es por algo. La verdad es que los monos son de los pocos animales que me producen auténtica aversión desde el cerebro reptiliano, incompatibilidad milenaria, junto con la estupidez de las ovejas (¿para qué sirve una oveja? ¿de qué va una oveja?) o la insensibilidad inconcebible y marciana de los insectos. Yo creo que cuando empezamos a hablar de los derechos de los monos primero hay que hablar de los derechos de los humanos frente a los monos. Por ejemplo, aún no me he recuperado del trauma de que me robaran mi plátano de muy malos modos cuando mis papás me llevaron al Safari Park de Alicante, lugar donde por cierto se rodaban por la época, últimos setenta y primeros ochenta, algunas películas españolas de cutrezombis. Si ustedes, señores monos, quieren sus derechos, primero devuélvanme mi
plátano para empezar a hablar, que ese día me quedé sin merienda. Peor hubiera sido que me hicieran lo de "los crímenes de la calle Morgue" de Edgar Poe.

Uno de los animales más peligrosos para el hombre de la creación es el chimpancé porque se le cruzan los cables de vez en cuando y te montan un cristo. Si los dejáramos sueltos o los dejáramos pensar, los chimpancés causarían más víctimas mortales que los lobos y los grandes felinos "comedores de hombres" juntos. Hace veinticinco o treinta años, en Kenia, se produjo una estampida masiva de babuínos que dejaron aquello como la economía zapaterina después de cabalgar sobre ella la oficina económica de Moncloa. Antes de reconocerles derechos humanos a los simios, derechos que los simios se van a pasar por donde se lo pasan todo, porque son así de simpáticos y marranetes, reconózcanselos a las moscas, porque más o menos comparten la misma cadena de "adn" con nosotros que los monos. Y además abultan y apestan menos. Decia Borges que "los monos no hablan para que no les obliguemos a trabajar". No sólo eso. Los monos no hablan para que no
nos enteremos de los siniestros planes que tienen para nosotros. El mismísimo Malcolm Lowry, autor de "Bajo el volcán", una de las más celebradas novelas del siglo XX, confundía al mono del "anís del mono", que tiene la cara de Darwin, con un diablo con su tridente. La borrachera perenne de Lowry le otorgó lucidez sobre la verdadera naturaleza de estos que el PSOE considera ahora como sus votantes naturales.

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