Asisto a la grabación en la tele de una tertulia política entre Isabel Durán, Alfonso Rojo, José Antonio Sentís, Margarita Sáenz Díez y otros habituales de la pequeña pantalla. Deploran tanto las palabras del alcalde del PP de Valladolid sobre la ahora ministra Leire Pajín ("los morritos") como la alusión al supuesto "plumero" de Rajoy por parte del ministro de Fomento. Las deploran, esas frases, y las equiparan. Convienen en que son igual de cochambrosas.
En ese caso, lo único que rompe el empate técnico son otras declaraciones (también actuales y ésta vez de la propia Pajín), que a mi ver son aún más cochambrosas y desde luego harto más inquietantes, y por los mismos motivos que las otras dos, por lo que dan a entender, por el espíritu de la letra y no por la letra misma: "no me van a desviar [las declaraciones del alcalde de Valladolid] ni un segundo de mi tarea ni de mi trabajo y responsabilidad", ha asegurado la ministra. Reparen un momento. El qué dirán no la va a distraer, a Pajín, ni un instante de su tarea. En el bien entendido: su tarea no es la de naturaleza contingente, la sanitaria, sino la tarea providencial, el cambio por su mano de la "masculinidad" de nuestro Producto Interior Bruto, su capacidad para cambiar un mundo de hombres. De ahí para arriba. ¡Pajín tiene una misión! Los políticos o políticas con misión, que se creen "tocadas" por algún dedo omnisciente que no sea el de un alcalde de la derecha, que piensan que el mundo las estaba esperando, me causan una repugnancia instintiva, porque las "misiones" acaban siempre en el uso contra los demás de la policía, la del pensamiento o la otra. De hecho ya ha venido haciendo precisamente eso Pajín, suma sacerdotisa de la Corrección ambiente. No sé quién dijo que son preferibles las malas y los malos a las tontas y los tontos (como si no fuera lo mismo ser tonta/o y mala/o), porque las mal@s descansan alguna vez pero las tont@s nunca. Pero los que no descansan de sí mismos son los que tienen una misión.
Me ha recordado la de Pajín, no sé bien por qué, a otra toma de posesión, la del almirante Carrero Blanco como presidente de Gobierno, cuando decía, encopetado, aquello que él, adquiriendo el poder, no tenía ni quería dinero ni empresas ni ambiciones ni le movía otro interés que el del servicio a España. Otro misionero. Por lo menos aquella era la misión del servicio a España. Pajín, en cambio, sirve sólo a la consigna y al pareado, a sus anteojeras de tiro de mulillas. Realmente, tampoco es tan extraño que alguna gente, al ver a Pajín, piense siempre en lo único. No ha demostrado, desde que la soltaron de su círculo social transfuguista, ninguna capacidad ni competencia apreciable que aparte la mente masculina (recuerden aquellos posters freudianos, tan de moda hace treinta años: "what's in a man mind?") de nuestro pensamiento recurrente. La ex ministra Aído, que la debe conocer de algo a tenor del beso fundente en la boca y el amartillamiento de cintura que la administró durante el traspaso de carteras, definió muy bien el problema tenemos los españoles con Pajín: "nada la va a apartar del camino hacia la igualdad". ¿Y qué hacemos mientras con la Sanidad? Nada. La misión es la misión, y el "conceto" es el "conceto", que diría el actor Manuel Manquiña.
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"No me va a desviar [las declaraciones del alcalde de Valladolid] ni un segundo de mi tarea ni de mi trabajo y responsabilidad". Pero como el PSOE quiere ganar las próximas generales prevaliéndose sólo del asunto de los "morritos", como factor ganador frente a la crisis económica, ya Pajín, pecando contra su propio mandamiento, se ha desviado, tal que el martes, más de un segundo de su misión: aparte de sentirse "bastante esperanzada" por la respuesta social (sic) contra las declaraciones del alcalde de Valladolid", le exige a éste que "tiene que pedir disculpas públicamente". Con lo de los "morritos" el PSOE y Pajín tienen para pasar el invierno.