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Crónicas murcianas

Los acontecimientos se precipitan (I)

-Veo el apasionado beso en la boca (no me atrevo a decir "en los morros", contraviniendo el tradicional decir de mi tierra, después de lo que ha ocurrido con el alcalde del PP de Valladolid: "morros" o "morritos" a partir de ahora son palabras que no existen en mi vocabulario) entre Leire Pajín y Bibiana Aído y presidiendo la escena "la señorita Trini", durante el traspaso de carteras en el Ejecutivo. Si ese beso colosal hubiese ocurrido entre hombres, se estaría hablando de posible homosexualidad oculta, o al menos de "heteroflexibilidad" manifiesta ("heteroflexible", palabra que tomo prestada de los ya polvorientos números de la revista "Zero", que en paz descanse). Pero como ocurre entre miembras, hay que hablar, en progresista, del típico "lenguaje corporal femenino", perfectamente extendido hoy. Y yo, como ordinario ejemplar de mi género que, bajo el aparente refinamiento, no tengo gustos muy alejados del hirsuto y camioneril "cerveza, sicalipsis y rock and roll", me encuentro muy feliz de que las mujeres nos lleven tanta ventaja en eso. Que sea por muchos milenios, y nosotros que lo veamos. Siempre que veo ese beso de la ministra pienso en lo mismo, que diría el alcalde de Valladolid. En el progreso.

-Me dice un joven alto cargo del PP que quiere ser ideólogo de mayor (como se entere Mariano se va a enterar de lo que vale un peine, por crispar) algo que creo muy en sazón: "igual que Europa y Obama intervieron económicamente al Gobierno español, ahora el Partido Socialista es el que ha intervenido al Gobierno. Es un Gobierno vigilado por el Partido".

-Un juez saca de la cárcel al ex número uno de ETA Txelis porque "es una persona distinta". Naturalmente. Cada siete años se renuevan totalmente las células, y, si dejamos pasar el suficiente tiempo, todos resulta que somos personas distintas, e incluso incompatibles, y ya todo lo que vivimos les pasó a otros. Y si dejamos pasar un poco más de tiempo, es posible que seamos tan distintos que sólo se nos reconozca, como Chateaubriand ante la calavera monda de María Antonieta, por nuestra encantadora sonrisa. Llegados a ciertas bajuras de la vida, nos miramos una mañana al espejo y nos sorprende que seamos nuestro padre, en la "photo finish" que hicimos de él en la infancia. Pero uno pensaba que no se soltaba a los etarras por el hecho biológico inevitable del ir siendo personas sucesivas que nunca se llegan a conocer ni a recordar entre sí, sino porque habían pagado su deuda con la sociedad. El juez ha debido pensar de Txelis lo que la madre de Norman Bates de su hijo, en "Psicosis": que cómo podemos dudar de que, ahora, no sería capaz ni de matar a una mosca.

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