Con los antiguos planes de estudio, un día llegabas a clase y no encontrabas a tu compañero de pupitre Fulanito, aquél un poco gamberrete. Preguntabas por la falta y te decían aquello vagamente inquietante: "ya no viene más". Nunca se volvía a saber de él. Aquello significaba que en esos momentos Fulanito, quien por lo normal había repetido ya varios cursos, estaba, como se decía entonces con una metáfora, "recogiendo melocotones" por decisión docente o familiar, en algún lugar más o menos fantástico e improbable. Estar "recogiendo melocotones" era que se había acabado el colegio para tí.
Si no valías para los estudios o si tu escuela era la calle siempre había, como solución final, una especie de Siberia frutal a la que te condenaban y por la que ya desaparecías del mapa escolar para todos los siempres. "Recoger melocotones" quería decir muchas cosas, menos precisamente echar la peonada agraria. Significaba que te habías caído del Sistema educativo. Que a partir de entonces podías proseguir tu formación en los billares. Algunos de los que se fueron a "recoger melocotones" de mi clase se reciclaron en navajeros y murieron de una u otra forma, a no mucho tardar (los años setenta eran el lado salvaje, y hasta en las mejores familias solía haber un émulo de El Torete o, por actualizarlo, de Antonio Puerta). Otros hoy son millonarios. Curiosamente quienes han hecho más dinero en la vida no han sido nunca los más brillantes de mi promoción. Con frecuencia han sido algunos del pelotón de los torpes. Debiera servir hoy para enviar a los inútiles a su casa sin contemplaciones, en la esperanza, no del todo engañosa, de que se comerán el mundo.
Hoy, por contra, el mandarte a recoger melocotones cuando no vales no te hace desaparecer de escena, sino que es un exilio interior. Las autoridades te obligan a permanecer en la misma clase del cole. Por ley. Nadie desaparece. El que se ha ido a "recoger melocotones" para su fuero interno, el que no tiene capacidad o ganas para ningún estudio arrastra al resto de la clase a continuar su formación académica en unos billares mentales permanentes.
Por eso fracasa arrolladoramente este Sistema educativo socialista (que con tanto entusiasmo aplica el PP), como evidencian uno y otro año las cifras del "Informe Pisa". Porque no hay bajas ni desapariciones, porque no hay que preguntar por la suerte de nadie dado que todo el mundo corre la misma suerte. Se pretende que nadie llegue a algo porque tampoco nadie llega a nada. Mediocridad total. Porque en la actual escuela española a nadie se lo llevan a ese lugar mítico de mis tiempos de donde no se vuelve, a ese imaginario y humillante bancal de melocotoneros donde, un amanecer, aparecían supuestamente quienes no aprovechaban para aprender. Y encima ahora a los malos alumnos no se les da la oportunidad de, apelando al orgullo herido o a la gramática parda de la calle, llegar alguna vez a millonarios.