Si yo fuera Rajoy, que aclaro que no lo soy para que no haya malos entendidos, me ofrecería en efecto para ayudar al presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero y aportarle fórmulas para salir de la crisis. Las fórmulas están claras, pero conviene que Rajoy se las recuerde al presidente para alumbrarle el camino:
Uno. El ejemplo de Corea del Norte no tiene por qué ser trasladable automáticamente a un mercado como el español. Rajoy debe explicarle a Rodríguez los matices que diferencian ambos modelos productivos.
Dos. Quedarse otra vez sentado al paso de la bandera de los Estados Unidos sólo será de ayuda para un mejor entendimiento entre civilizaciones si es Obama quien gana las elecciones a la presidencia usanita, pero conviene no precipitarse y contemplar todas las posibilidades. Ya lo decía Murphy, el de la Ley del mismo nombre: "si algo puede ir mal, seguro que irá mal". O sea, que seguramente ganará ese tipo sin cuello que lleva el nombre de famosas patatas fritas congeladas, McCain.
Tres. Y no, regalar ollas exprés a las clases menos pudientes para cocinar la ausencia de comida, siguiendo la política cubana, tampoco revierte a corto plazo en el aumento del Producto Interior Bruto. Y sí, ya sabemos que Rajoy necesitará más de dos tardes para convencer a Rodríguez respecto a este punto, pero es fundamental que Mariano rebaje un tanto la euforia de Moncloa ante este hallazgo.
Una vez que Rajoy imparta esta lección magistral sobre Economía comparada al hombre que vino de Ummo, perdón, al hombre que vino de la ONU, el discurso del presidente será mucho más homologable con el de todas las demás naciones decadentes que viven sus últimos hálitos y sus postreres expectoraciones en el capitalismo que como todo el mundo sabe toca a su fin.