La facilonería política en la última película de Polanski
Habiéndoseme pasado las dos horas que dura en un agradablemente crispado susto, no pude dejar de reparar, el otro día, sl salir del cine, en la tosquedad y delicuescencia de la exposición política de la última película de Roman Polanski. Lo cual demuestra que es posible vender cualquier alfombra por apolillada que esté si el vendedor es un auténtico artista, un Ramonet por ejemplo (y no me refiero precisamente a ese señor comunista de "Le Monde Diplomatique", sino a un buhonero que iba por mi pueblo). La crítica de cine, en su abrumadora mayoría, ha visto ironía y disolvencia sobre el Poder, naturalmente el no legitimado por el progresismo, donde yo sólo he visto precisamente todas las debilidades del filme, el cual a pesar de todo se sobrepone a ellas porque ya se demuestra de nuevo que lo que se cuenta es lo de menos con tal de que se sepa contar.
Respecto a esta última película de Polanski (algunos creen que última en sentido terminal), todos se han recordado de su "Frenético", aquella trama de suspense bajo, tanto como sobre, los tejados de París, pero pocos, o nadie, de "La muerte y la doncella", producción casi artesanal que pasó casi desapercibida por las salas, con la que tiene mucho más parentesco. Pocos personajes, una casa solitaria (como en "la huella" de Mankiewitz o "La ratonera", la obra teatralizante de Ira Levin) y sofocante en el confín ventoso de algún sitio, un olvidadero donde los personajes juegan al escondite con algún capítulo del breviario político "progre". El pasado torturador de hombres respetables del Chile pinochetista en "La muerte y la doncella", los crímenes de guerra y los intereses armamentísticos en la guerra de Irak en "El escritor".
Sólo que la tesis de fondo de "el escritor" es bastante más grosera que el de "la muerte y la doncella". En "La muerte...", sobre la capacidad polanskiana de crear ambientes amenazadores y sacarle todo el equívoco a los rostros de sus actores (¡el siempre ofidio Ben Kingsley!), el argumento político quedaba estilizado, lo suficientemente abstracto. Todo el mundo entendió que se refería al Chile de Pinochet, aunque desde luego aquello no parecía un telediario buenrollista de "la sexta", de ideología masticable, que es en lo que cae "El escritor" en sus mayores excesos, de modo que por momentos llega a parecer uno de esos documentales amañados de Michael Moore. Sin toda esa papilla pancartera también nos habríamos arreglado. Entiéndaseme, es una de las mejores películas del año, aunque fuera de un eminente Ewan McGregor como "el negro", el "escritor fantasmal" al que le encargan rehacer las memorias de un político británico que se
acaba de retirar, los demás personajes principales quedan a medio hacer (curiosamente, incluido el personaje del político, con el cual Pierce Brosnan hace lo que puede, con el guión que le dan). La película es absorbente, con esa capacidad del autor de "el quimérico inquilino" para hacer que determinados lugares parezcan tener vida propia y un trabajo hipnótico, sobre todo, de cuantos
actores secundarios componen el reparto, a veces, asomándose apenas, más convincentes que algunos principales (ese ominoso Tom Wilkinson, especialista por demás en papelitos ominosos, como Paul Emmett, ejemplo). Pero Polanski podría haber estado más reservón en el uso del mantra "progre", tan querido en los mass media occidentales, de que un primer ministro británico reciente contemporáneo de Aznar no era más que una marioneta vagamente bienintencionada en manos de la CIA.
Deben ser los luengos años que Polanski lleva huido de los EE.UU (y quizás los que le gustaría seguir huido de allí) los que le hacen no entender, o simularlo, que para el caso es lo mismo, que en el eje político USA-Gran Bretaña hay otras consideraciones no solo políticas sino culturales muy profundas, incluida la convicción de civilización superior, que reducen a la simplonería más comiquera una "pieza de resistencia" así (por momentos, Polanski parece convencido que la política exterior británica debiera ser la francesa). Pero, a decir verdad, también era algo simplón el argumento de la apasionante "Topaz", de Hitchcock, por el lado contrario -su trama de suspense dentro de la dictadura cubana era deliciosa, pero no precisamente por lo que tenía de denuncia política-, y seguimos diciendo que se trataba de una obra maestra "no oficial" del genio del suspense. Esta no llega a tanto, pero... "nice try". Bonito intento, de lo mejor. A Polanski, ¿Le
dejarán hacer algo más?
Respecto a esta última película de Polanski (algunos creen que última en sentido terminal), todos se han recordado de su "Frenético", aquella trama de suspense bajo, tanto como sobre, los tejados de París, pero pocos, o nadie, de "La muerte y la doncella", producción casi artesanal que pasó casi desapercibida por las salas, con la que tiene mucho más parentesco. Pocos personajes, una casa solitaria (como en "la huella" de Mankiewitz o "La ratonera", la obra teatralizante de Ira Levin) y sofocante en el confín ventoso de algún sitio, un olvidadero donde los personajes juegan al escondite con algún capítulo del breviario político "progre". El pasado torturador de hombres respetables del Chile pinochetista en "La muerte y la doncella", los crímenes de guerra y los intereses armamentísticos en la guerra de Irak en "El escritor".
Sólo que la tesis de fondo de "el escritor" es bastante más grosera que el de "la muerte y la doncella". En "La muerte...", sobre la capacidad polanskiana de crear ambientes amenazadores y sacarle todo el equívoco a los rostros de sus actores (¡el siempre ofidio Ben Kingsley!), el argumento político quedaba estilizado, lo suficientemente abstracto. Todo el mundo entendió que se refería al Chile de Pinochet, aunque desde luego aquello no parecía un telediario buenrollista de "la sexta", de ideología masticable, que es en lo que cae "El escritor" en sus mayores excesos, de modo que por momentos llega a parecer uno de esos documentales amañados de Michael Moore. Sin toda esa papilla pancartera también nos habríamos arreglado. Entiéndaseme, es una de las mejores películas del año, aunque fuera de un eminente Ewan McGregor como "el negro", el "escritor fantasmal" al que le encargan rehacer las memorias de un político británico que se
acaba de retirar, los demás personajes principales quedan a medio hacer (curiosamente, incluido el personaje del político, con el cual Pierce Brosnan hace lo que puede, con el guión que le dan). La película es absorbente, con esa capacidad del autor de "el quimérico inquilino" para hacer que determinados lugares parezcan tener vida propia y un trabajo hipnótico, sobre todo, de cuantos
actores secundarios componen el reparto, a veces, asomándose apenas, más convincentes que algunos principales (ese ominoso Tom Wilkinson, especialista por demás en papelitos ominosos, como Paul Emmett, ejemplo). Pero Polanski podría haber estado más reservón en el uso del mantra "progre", tan querido en los mass media occidentales, de que un primer ministro británico reciente contemporáneo de Aznar no era más que una marioneta vagamente bienintencionada en manos de la CIA.
Deben ser los luengos años que Polanski lleva huido de los EE.UU (y quizás los que le gustaría seguir huido de allí) los que le hacen no entender, o simularlo, que para el caso es lo mismo, que en el eje político USA-Gran Bretaña hay otras consideraciones no solo políticas sino culturales muy profundas, incluida la convicción de civilización superior, que reducen a la simplonería más comiquera una "pieza de resistencia" así (por momentos, Polanski parece convencido que la política exterior británica debiera ser la francesa). Pero, a decir verdad, también era algo simplón el argumento de la apasionante "Topaz", de Hitchcock, por el lado contrario -su trama de suspense dentro de la dictadura cubana era deliciosa, pero no precisamente por lo que tenía de denuncia política-, y seguimos diciendo que se trataba de una obra maestra "no oficial" del genio del suspense. Esta no llega a tanto, pero... "nice try". Bonito intento, de lo mejor. A Polanski, ¿Le
dejarán hacer algo más?
La denuncia política y el antiamericanismo de la peli son groseros. Pero aunque parezca mentira la película es un fiel reflejo de una novela de un autor inglés: Thoma Harris (El poder en la sombra). Los ingleses tienen una relación esquizofrénica con sus primos. Véase si no a John Le Carre, cuyos libros hace muchos años que son infumables por su tendenciosidad política y no se puede decir precisamente que sus denuncias no sean de brocha gorda. Ejem, ejem, esta novela precisamente fue la primera que reseñe en mi blog: http://uncadaverenmiblog.wordpress.com/2008/11/22/el-poder-en-la-sombra-de-robert-harris/ Saludos.
Totalmente de acuerdo con tu comentario, la película es etretenida pero zetapéica a más no poder. Os adjunto un enlace interesante que explica en que lugar se rodó la película y como intenta recrear las famosas islas de veraneo americanas de Martha´s vineyard. Allí no pudo rodar ya que no puede entrar en USA Y otro que explica con fotos que la maravillosa vivienda,¡asombraros!, no existe como tal, era un set de rodaje construído expresamente para la ocasión. LAS ISLAS http://www.fotogramas.es/Noticias/Roman-Polanski-finaliza-el-rodaje-del-thriller-The-Ghost-en-el-Mar-Baltico LA CASA http://www.soloarquitectura.com/foros/showthread.php?p=823816
Pues a mí me ha gustado eso de que el "alter ego" de Tony Blair estuviera controlado por su mujer, el "alter ego" de Chery, que estaría a sueldo de la CIA. Me ha parecido todo un salivazo, acompañado de risas, en la cara de los altos dirigentes del MI5, de Tony y de Chery Blair. Si eso es facilonería política pues, perdonenme, pero me gusta,