Lo mejor sobre lo del volcán de Islandia se lo he leído tal que ayer a Pep Guardiola, el entrenador del "Club de Fútbol de Barcelona" (como lo llamaba Josep Pla, me supongo que no inocentemente, como nada de lo suyo). "Nos ha derrotado el volcán". Se refiere a que su equipo tuvo que hacer el trayecto de ida hacia Milán en autobús, a donde llegó algo fatigado y le metieron tres a uno, porque el espacio aéreo estaba clausurado por las cenizas del Eyjafjaya (como lo nombra en cristiano "El País", aunque lo le visto con denominación variopinta y dispar en otros sitios: vaya usted a saber cómo se llama, si total nadie va a protestar). ¡El volcán islandés, responsable, también, de atentar contra la construcción nacional catalana!
Sabíamos que la tecnología (por ejemplo, la aérea) no podía conseguirnos la solución a ni uno solo de esos grandes asuntos espirituales a los que, sin pretenderlo, como decía Pascal, aspira incluso el hombre menos espiritual ("sin quererlo, se eleva"). No podía conseguirnos la felicidad, la armonía con el universo, el ansia de perdurar, la paz de alma, o esa su prima pobre que, no obstante, por conseguirla a ciertas bajuras de la vida haríamos que la Yakuza japonesa nos cortara los meñiques de las dos manos: la tranquilidad. Por mucho que algunos articulistas modernos de ahora, que deben creerse que no se van a morir nunca, dediquen capítulos de la "Leyenda Dorada" a la empresa Apple ¡y en periódicos generalistas! cada vez que ésta saca al mercado otro cacharrito pijísimo de la muerte. Pero es que comprobamos con lo del solitario volcán eruptando o eructando en Islandia que la tecnología tampoco nos procura (ya) la solución a las cuestiones sin importancia de la humanidad. No nos arregla ni la domesticidad, que habíamos puesto demasiado confiadamente en sus manos. No ya la construcción nacional de Cataluña: ni siquiera solucionamos el ponernos en Milán en dos horas y descansados.
Un único volcán en actividad dentro de un planeta que ya nació volcánico (¡alguien debió tenerlo previsto!) basta para incomunicar físicamente continentes enteros en plena fanfarriosa y fanfarrona era de, ¿cómo era?, ah, sí, la comunicación global. Y nos quejamos de que los dinosaurios, tan delicados, tan poco adaptados a las contingencias -decimos en nuestra soberbia-, no vivieran tranquilos cuando en cada esquina de la Tierra había un volcán escupiendo. Nos creíamos el animal más evolucionado, no por el cerebro, sino por la adaptación darwiniana al medio. Un solo volcán medianejo situado en ese culo del mundo que ya Verne situó anticipadamente en su viaje al centro de la Tierra (el volcán desde donde se bajaba al centro, pero no al que se volvía) ya hemos visto donde nos deja todo eso. En que le ha apagado las antorchas iniciáticas a Joan Laporta.
Post scriptum: Durante toda la redacción del artículo he venido rumiando, tras recordarme cómo llamaba Plà al Barça, lo que también escribía el mismo autor después de ver un partido en la cumbre entre el equipo de la ciudad condal y "el Madrid". Las líneas son deliciosas, considerando todo lo que ha pasado: "Puskas. Inmensa eficacia. Jugando con Di Stéfano, eficacia total. La pareja Kocsis-Suárez resultó la pura inanidad. Kocsis es un jugador clásico, a la manera estrictamente inglesa, un jugador asociado. Suárez es un jugador español de un sentido individualista-vedetista, que va a la suya, que hace filigranas personales, de un resultado totalmente nulo o inapreciable. El Madrid naturalmente ganó. Y el partido fue pesado pero relativamente correcto -me refiero ahora al público, que a pesar del desastre resistió la contrariedad-. Es difícil discutir las cosas que están demasiado claras."