Hace sus buenos años ya, se enfrentaban, en un campeonato de fútbol celebrado en la isla donde se inventó la selección española de fútbol contra la anfitriona. Los "tabloides" ingleses estuvieron calentando la rivalidad desde una semana antes. "The sun", aparte de asegurar que España no había ganado nada desde que le ganó a los turcos en la batalla de Lepanto, publicó una antología de chistes sobre españoles. Algunos, vistos desde la perspectiva de hoy, tienen su aquel, por cuanto la ironía del destino ha hecho que se cumplan estrictamente en la realidad, es decir, que ya no sean un chiste sino un diagnóstico. Por ejemplo, el que decía "¿qué hace un español cuando acarrea una carretilla llena de ladrillos, tropieza y se le caen los ladrillos al suelo, en lugar de recogerlos? Pues pone un cartel en lo alto del montón de se alquilan habitaciones". ¿Es o no es, aquel chiste barato publicado en un hediondo papel para uso de climatéricas anglosajonas de supermercado, un dictamen perfecto sobre lo que ha ocurrido recientemente en España con el ladrillo? ¿Es o no es un apotegma milagrosamente conciso sobre los advenedizos al negocio inmobiliario en este país, algunos de ellos simples delincuentes, quienes han dejado una imagen internacional de la compra de segundas residencias en España perfectamente descriptible, contaminando con su ejemplo a los que desde el principio hicieron las cosas bien?
Pero había otras gracietas en la llamada "prensa mala" (como si hubiese una buena) so capa de provocaciones futbolísticas que van camino también de dejar de ser gracietas sobre los celtibéricos para convertirse en precisos estudios de mercado. Por ejemplo, una de las más gruesas aseguraba que "los españoles se suelen dejar crecer el bigote para parecerse a sus madres". No sé si a nuestras madres, pero está claro que los españoles cada vez nos vamos pareciendo más a lo peor que dicen en el extranjero que somos, hasta lo que hace poco parecía más inverosímil. Me he recordado de un tópico que corre desde tiempo inmemorial sobre los españoles, y que pese a ser un tópico no era en absoluto verdad. Que los españoles eran perezosos y no querían trabajar. Más de una vez, viajando por esos mundos, he tenido la vívida y, para qué no decirlo, reconfortante impresión de que, comparada con el funcionamiento diario de otros países de nuestro área, España era Alemania. Pero eso era, claro, antes. Ahora, poco a poco, se va cumpliendo el tópico que no era verdad pero que gracias a las brigadas del poco trabajar que gobiernan en España va siendo, en verdad, verdad.
Por eso en la BBC británica ponen ahora un "corto" premiado de un autor español donde se retrata a sus compatriotas como unos señores que no hacen nada en todo el día excepto mirar las evoluciones del tambor de la lavadora, y a nadie, y menos a nosotros, nos parece exagerado. Eso es España en estos momentos: un país que mira embobado las evoluciones del tambor de la lavadora, durante todo el santo día. Zapatero ha hecho que los lunes al sol caigan todos en domingo, igual que el resto de días de la semana. Y no es solo porque aquí no haya trabajo, que no lo hay. Es también porque va dejando de haber trabajadores, que dan mal ejemplo contra el discurso de valores dominante. Y sobre todo lo que empieza a haber es demasiados españoles que se adaptan como un guante a las malignidades expelidas sobre nosotros por los extranjeros. Nos vamos pareciendo a lo que no éramos.
"La gente dice que soy un vago", componía John Lennon tirado en la cama en la canción "watching the wheels", donde describía algo irresistiblemente parecido a estar mirando cómo gira la lavadora mientras el mundo marcha. Si Zapatero supiese inglés, pasaba de Gamoneda y declaraba esa canción para indolentes norma suprema de conducta cívica, como hizo Aznar con el "If" de Kipling.