La buena y mala suerte de Ben Laden
Hace unos días el entrenador del Sporting de Gijón, el mediático Manolo Preciado, perdió a su padre atropellado por un coche, cuando antes ya había tenido su ración de tragedia con la desaparición traumática de su esposa y un hijo. Se ha hablado de su "increíble mala suerte". Cuando en realidad esa reincidencia de la mala suerte no es algo increíble, sino bastante común. La gente suele tener mala suerte. La buena suerte de ese pequeño cupo de gente que es tenida exageradamente por "suertuda" es como la salud privilegiada: resiste mucho pero cuando se termina, se termina de verdad y para los restos. Que se lo digan a Osama Ben Laden. Puedes huir, pero no eternamente. Como decían en "El Padrino", "si algo nos ha enseñado la Historia de la Humanidad es que se puede matar a cualquiera". Y encontrar a cualquiera. Supongo que Ben Laden sabía que un día entrarían a buscarle, y por eso no se había molestado ni en decorar su casa con muebles decentes en vez de vivir como un estudiante desaseado.
Si se ha tenido buena estrella en la vida y de repente esa luz se eclipsa ocurre como con el honor. No se recupera esa buena estrella. Pero eso no quiere decir, a la viceversa, que quien ha tenido muy mala suerte en la vida acabe un día con ese signo desfavorable, y empiece a tenerla buena. En el Universo no hay una cantidad pareja de buena y mala suerte. No tenemos las mismas posibilidades de caer en una que en otra. Hay mucho más mala que buena. Como es, por otra parte, lógico: lo accidental y caótico, que domina el cosmos, suele ocasionar pequeñas o grandes catástrofes, más que alegrías imprevistas. Parece que la mala suerte se ceba con determinadas personas, pero no es así. Porque ya decimos que la cantidad de mala suerte que hay en el mundo es incomensurable, mientras que la buena es exigua.
Lo bueno siempre es infrecuente y normalmente producto de una confusión pasajera. La gente, como digo, suele tener mala suerte, a la que se adapta como puede. La gente que la tiene buena es mucha menos (y se le acaba: otra vez Ben Laden). Y la gente cuya acostumbrada buena suerte no se tuerce para los restos es inexistente. Hay, por supuesto, quienes no tienen ni mala ni buena suerte en la vida, y mueren de nada pasados los noventa (Schopenhauer decía que quien muere pasados los noventa lo hace de nada, en posesión de la salud, porque sólo se muere de algo malo si la vida acaba antes), y sin que asimismo les haya ocurrido nada reseñable en la vida. Sin que la suerte haya reparado en ellos, al parecer, en ningún momento. Este sería el destino preferible. Hay que temer a la mala suerte porque una vez que llega no tiene por qué acabarse. La mala suerte no se sacia, pero la buena se cansa. A Ben Laden se le acabó la "baraka", como un día se le terminó, y sé que la comparación es lamentable, a ese otro que decían que la tenía: Aznar.
Hola Jose. ¿De verdad te crees que Obama está durmiendo con los peces? http://elblogdekufisto.blogspot.com/2011/05/durmiendo-con-los-peces.html Saludos.
Discurso pesimista el tuyo, José Antonio. La mención a Schopenhauer resulta, pues, oportuna, ya que es uno de los más insignes representantes del pesimismo en la filosofía. Supongo que el profesor Rallo lo expresaría de otra manera, diciendo que la buena suerte es un bien escaso (como la riqueza). Habría que aprender a administrarla, creando una especie de economía de la buena suerte, aunque no conozco el modo de generar buena suerte, ni siquiera con un trébol de cuatro hojas. A mí, la muerte de Bin Laden me ha recordado un poco a la del tipo ese de las camisetas que cazaron en Bolivia hace ya 44 años. ¿Acabará Osama convertido también en icono camisetero?
ABARCA, sólo hay un sitio en el que los yanquis han podido arrojar a Don Ben: La fosa de las Marianas. Por muy fanáticos que sean sus seguidores, a ver cómo pijo bajan a por el cuerpo.
Creo que conviene citar a un anonimo filosofo popular estadounidense cuyo nombre nadie conoce pero cuya descripcion de la buena y mala suerte hizo furor enpegatinas para el coche: "Shit happens"
¡Genial e increíble, amigo José Antonio! Increíble encontrar esta profundísima reflexión entre tanto fárrago como anada por Internet. Te la agradezco infinítamente. Tu 'post' anterior, "España no quiere políticos que sonrían" ya me llamó la atención y hubiera querido comentarlo porque me hizo recordar un párrafo de Fernando Diaz-Plaja en el que se preguntaba, refiriéndose a la sonrisa 'profidén' que siempre lucen los americanos: "¿de qué coño se ríen estos tíos?". Como he perdido tantas citas, renuncié a comentar tu 'post'. Quizá esté en "Los españoles y los siete pecados capitales". No lo recuerdo y no te comenté por eso. Pero tu reflexión de hoy acerca de la muerte de bin Laden es, sencillamente, genial y destacable entre tanto 'blablabla' y tanto 'copy and paste'. Me ha encantado tu distanciamiento del hecho concreto, mientras los demás andamos entrando al trapo.
Lo mejor y más misterioso de todo es que con la mala suerte definitiva de Ben Laden ha cambiado radicalmente la suerte de sus futuras víctimas, que tal vez se crean poco afortunadas y nunca sabrán que han tenido un golpe de suerte brutal gracias a los Estados Unidos de Norteamerica (es que me encanta decir el nombre completo). A lo mejor se trataba de algún superprogre antiamericano de libro, o de alguno de nosostros.