Es seguro que al primer ministro británico Cameron no le van a asediar en su domicilio del 10 de Downing Street los cien mil funcionarios que va a echar a la calle. Es lo que va de la cuna de la democracia parlamentaria a Murcia. Aquí hay aún empleados públicos de provincias que quiere ganar la Guerra global contra el fascismo, ya que no en las urnas, yéndose a la puerta del inmueble donde vive Valcárcel para escupir a las hijas del presidente regional, dándole trabajo al portero al obligarle a limpiar manchas de huevo y acojonando a las viejecitas del mismo inmueble. Hasta el momento, han sido cuatro "manifas" de los funcionarios murcianos que tienen todo el día para idear pareados porque están de vacaciones pagadas y cuatro violentas tenidas a la puerta de la casa del presidente regional, llamándole "chorizo" y "ladrón" porque Valcárcel ya no les va a dejar quedarse con todo nuestro dinero y ha empezado a hacer lo que España entera tendrá que hacer.
El mundo se podía estar cayendo, que en efecto resulta que se está cayendo por la parte de España, que aquí contemplábamos el hecho con la bendita indiferencia de una manada de bueyes "Hereford", hasta que de pronto se ha inflamado la ira de las masas porque a los pobres funcionarios regionales los han puesto a trabajar cinco agotadoras horas más a la semana, alguna de ellas durante su inviolable tarde. De modo que aquí nadie se hubiese echado a la calle porque España quebrase, pero sí porque se le altere un poco la sobremesa. ¿Cómo podría ser de otra forma, en una región donde la crema social y política se enteró de la caída de las torres gemelas y por tanto de la guerra islámica a Occidente estando en los toros del día de la Romería de la Virgen de la Fuensanta, y a nadie se le ocurrió marcharse del coso a ver algún informativo hasta después que arrastraron al sexto y hubiesen sacado a hombros hasta al jamón de la merienda? En el 39, no nos enteramos de que se había acabado la Guerra Civil hasta dos días después, y eso porque vimos aparecer a unos navarros uniformados desfilando por la calle, que si no tampoco. De milagro no hay aún en Murcia provectos ancianitos mandando a paseo en el Puerto de la Cadena como esos japoneses perdidos en islas del pacífico que aún a minuto de ahora mismo se creen que no ha acabado el ataque a Pearl Harbour. Las noticias
a Murcia llegan frescas con un siglo y medio de retraso: la izquierda murciana, necesitada de una actualización por lo menos a fecha de la Primera Internacional, aún cree que los tipos que salían en la primera filmación de la historia del celuloide en el corto llamado "obreros saliendo de la fábrica" eran funcionarios gozantes en Murcia yéndose de tradicionales cañas aperitiveras.
Al presidente murciano los sindicatos de la enseñanza y la sanidad no le perdonan el favor de que no haya hecho como Cameron y, por contra, los haya tratado con total contemplación socialdemócrata, rebajándoles tímidamente los complementos salariales (irregularmente aumentados en estos últimos años) en un monto aproximado al de ese "poco más que un café" que nos va a quitar el ministro Sebastián con la subida de la luz. Si echas a cien mil funcionarios cumpliendo con tu programa electoral, como Cameron, el problema lo tienen los funcionarios y la entera sociedad está de enhorabuena, mientras que si no echas a ningún funcionario y los asomas a la calle para que apenas vean cómo está el panorama para los demás el problema lo tienes tú. Y tu domicilio.