Sobre poco más o menos, así es como debe aparecer Mariano Rajoy esta noche ante los televidentes en su debate con Rodríguez Zapatero. O sea, naturalidad, llaneza, que toda afectación es mala. Lo digo porque lo he visto de pasada haciendo chistes con un tal "el follonero" de La Secta y aparecía tan relajado (entrelazamiento de manos vagamente arzobispal, leve enrojecimiento de la tez debido a la adrenalina de quien espera recibir un golpe en cualquier momento) como si el tal "follonero" le estuviera preguntando por la combinación de la caja fuerte. No. Tiene que sentirse en todo momento como si en lugar de departir con los enemigos, empezando por el supuesto moderador, lo estuviera haciendo mismamente con el que sale junto a él en las fotos adjuntas, que casualmente soy yo (son instantáneas de una de las frecuentes visitas de un entonces recién derrotado Rajoy, tras el 14-m, a la semidesértica localidad murciana de Abanilla, donde es o era fácil fotografiarle en pantalón corto en la residencia de un registrador de la propiedad íntimo del líder popular).
En una de las fotos, que no tienen la calidad adecuada por esas cosas de la translación informática, sale con su característico gesto de lo que yo llamo "la lengua de abuelito", que hace más mayor a Rajoy de lo que realmente es y que le hace parecer que no tiene dentadura o que la utiliza postiza, pero es un visaje perdonable y hasta simpático para los españoles si todo lo demás acompaña, es decir, si no parece que se está defendiendo de un golpe imprevisto por venir. Él nunca, aunque se recorte la barba (que ya se la ha recortado) va a parecer más joven que el Adolescente, pero no hay ninguna razón para que no parezca más fiable. Y debe sonreír a la cámara de la tele, cuando toque, como sonríe a ésta, que es evidentemente la sonrisa conquistadora de quien te acaba de casi regalar un coche nuevo a precio de usado.