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Crónicas murcianas

El suicidio ya no es pecado, al menos si lo comete la COPE

Adjunto a este "blog", sin poner ni quitar una coma, como suele decir Luis Maria Anson, un artículo que publiqué en el gratuito "Crónicas del Sureste" la pasada semana. Nótese que la información de la que disponía, no mucho menor que la de ahora mismo, no impidió que diese mi opinión al vuelo sobre el rumor de que existe una auténtica conspiración "contuberniada" contra Federico Jiménez Losantos, que puede marcar su salida fulminante de la COPE. Y, con ella, el bastante más que probable apocalipsis radiofónico de esa cadena, en términos no sólo publicitarios y de audiencia, que por supuesto, sino sobre todo de credibilidad ideológica y de cristiana libertad del individuo. Tengo el modesto orgullo de haber sido una de las pocas opiniones publicadas que, a hora de ahora mismo, se han solidarizado con el comentarista, y ello por todas las razones privadas y públicas, humanas y políticas, razones entre las que incluyo, por qué no, haber trabajado en COPE durante ocho años y conocer de algo cómo se pudo levantar esa cadena. Es posible que de nuevo ganen los malos, los servidores del totalitarismo, ésta vez disfrazados de alzacuellos y vestiduras talares, de falsos hombres de Dios, como el asesino siciliano de la tercera parte de "El padrino" antes de meterse a la representación en la ópera de Palermo de "Cavallería rusticana".
Aquí está el artículo:

¿Quiere la COPE que la sintonicen sólo para el ángelus?


Si mis espías más o menos paraguayos están en lo cierto, los políticos españoles de la casta han podido más que el derecho de los ciudadanos a recibir opiniones libres y de la cadena COPE se van a ir a la calle, ya, todos esos líderes de audiencia en los que ustedes están pensando. Las presiones han hecho flaquear a los obispos. La COPE, voluntariamente abocada al desastre económico (¿a cambio de qué?), volverá a ser una cadena barata para rezar el ángelus en amor y compaña y en ella nadie molestará a Rodríguez Zapatero... ni a Mariano Rajoy. Una pésima noticia para la libertad de expresión en este país. Se quejan en Estados Unidos de que el periodismo empezó a morir no hará muchos años, cuando las cabeceras artesanas empezaron a ser absorbidas por grandes grupos empresariales, con la maximización de beneficios y minimización de costes, redactores biodegradables y titulares de literatura de supermercado. Pero lo peor ha sido cuando el periodismo ya no quiere estar a bien con el poder político, como en las dictaduras y en las democracias de baja intensidad, sino sólo compartir el pastel con éste, que es peor. El derecho ciudadano a recibir opiniones libres, así, pasa a ser un subproducto aleatorio y sacrificable que pervive sólo si intereses contrapuestos no ofrecen más. Malos tiempos.

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