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Crónicas murcianas

El "modelo de la cabra sostenible" ha muerto

Felipe González Márquez, en Cartagena (Murcia, o "Murcia puerto", como dicen algunos "huertasunos"), última campaña electoral para las generales: "El ladrillo ha muerto" (podría haber añadido, como desinencia necesaria: ¡ha muerto, luego vivan las joyas!). Gran clamor entusiasta entre el auditorio del PSOE. El ladrillo había muerto, según los socialistas, que querían imponer aunque sólo en las comunidades autónomas donde no gobernaban, siguiendo la cosmovisión monclovita vagamente indigenista, el nuevo modelo de desarrollo, llamado popularmente "el de la cabra" o "el de la cabra sostenible". El modelo de la cabra sostenible era, sencillamente, el modelo de no hacer nada y dejarlo todo al curso del viento. Simplemente que Murcia quedara como parque temático protegido de una sociedad ida, que ya no existe, dedicada a la ensoñación rumorosa de las albercas y las norias, temerosa de la corrección política ambiente, añorante de un pasado islámico hoy sostenido por las huestes antioccidentales de la chancla y la costra, odiadora de todo librecambismo (sólo se toleraría, como mucho, la economía de trueque), aspirante a vivir del Seguro Público todos los días de la semana menos los domingos, en que harían senderismo para observar la lagartija de rabo colorado, la oruga procesionaria de los pinos y otros actos altermundistas. Un modelo simbolizado en la ramoneante cabra autóctona que ofrece "kefir" naturista a los concienciados procedente de parameras biológicas.

Desde lo de Felipe, en la Región de Murcia los socialistas no han hecho sino enriquecer ese primigenio "modelo de la cabra sostenible" con otras cogitaciones salidas de su "brainstorming" periférico: Murcia estaba abocada a perder el tren del futuro por causa de haber fiado su economía en el urbanismo desbocado, no en la "sociedad del conocimiento". Había surgido una nueva estrella, entre los "mantras" a repetir: la sociedad del conocimiento, que se quería un a modo de concurso de ideas futurista dirigido a una naciente sociedad que, según las estadísticas, no conoce los rudimentos de ningún idioma, ni siquiera el castellano, pero, a causa de movimiento telúricos provocados por una ideología inductiva, adquiriría por ósmosis la capacidad de hacer de la Región de Murcia la nueva Silicon Valley. Todo presidido por la demiúrgica cabra, naturalmente. La cabra, que no falte. Pero resulta que la cabra esta semana ha amanecido muerta. El "kefir" biológico, agriado. Y el rumoroso barbotear ensoñado de norias y albercas como salidas de malas páginas de Antonio Gala (quien dijo en público, aquí, aquello de "cuando Murcia me llama, acudo como un perrito, moviendo el rabo") ha desaparecido en favor del planeo circular de las aves carroñeras de la crisis. No había tal modelo. Nadie nos presentó formalmente a la cabra. Las huestes de la costra y la chancla se han quedado sin madrina.

Los socialistas, incluso para las comunidades autónomas donde no gobiernan, avanzan ahora el modelo de futuro que decían obsoleto, el que era contemplado con severidad un poco "yihadista" por la implacable cabra sostenible: precisamente el del ladrillo. "No hay que demonizar al ladrillo", espeta ahora quien se apresuró a coger el hisopo de exorcista cuando no era el ministro don José sino Pepe. El mismo ladrillo que Felipe González Márquez, en la campaña electoral que dio con los huesos de Rajoy en su segunda derrota, decía felizmente acabado porque todos nos íbamos a dedicar a la engastación de joyas. No tan felizmente, ni tan acabado, el modelo. Como que esto, para los socialistas, empieza ahora.

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