Apostaría mi cabeza al Diablo (total, para lo que nos sirve ya, a estas bajuras de la extinción del periodismo) a que cuando lleguen las próximas elecciones y haya otro candidato del PSOE a la presidencia regional de Murcia la gente no sabrá si está votando a uno u otro (u otra), a alguien o a algo. Y además le dará igual. ¿Qué más dará?
Aún hay un pequeño y además menguante, pero innegable, somatén de votantes del PSOE en la Región de Murcia que, contra toda evidencia, ha seguido votando esas siglas aunque le dijeran que la papeleta que metían en la urna era un "post-it" con la lista de la compra. Pero dado el purgón por el que están pasando desde hace quince años en su imparable marcha hacia el extraparlamentarismo, los aún votantes no van a reparar ahora en los tiquismiquis de si se presenta Pedro Saura de candidato, la animosa Begoña García Retegui con su pelo naranja, Perico el de los Palotes, Olof Palme con su hucha cuestatoria o bien se presenta una escoba, o nadie en absoluto. Me creo que el socialismo podría hacer las listas dentro de las lindes de la Comunidad Autónoma de Murcia perfectamente sin candidato alguno a la presidencia de la Comunidad, y nadie notaría la diferencia. En lugar de las consabidas listas cerradas y bloqueadas del PSRM-PSOE podría presentarse en los juzgados, yo qué sé, el folio donde Boris Yeltsin leyó subido a aquel tanque el manifiesto contra los golpistas del antiguo régimen soviético, porque nadie se va a molestar en leer qué pone. Como para leer están los votantes del PSRM-PSOE.
El PSOE, con candidato o sin candidato, sacaría en Murcia aproximadamente los mismos votos, quizás si no tiene candidato algunos más, contando con que nadie podría ya pensar que entre la oposición política en Murcia y estos que están arreglando el mundo desde el Gobierno en Madrid hay ya la más mínima coincidencia de personas, programa o mensaje. Valcárcel ha dicho, respecto a este relevo para las próximas elecciones, que lo del PSRM-PSOE "no es un problema de personas, sino de actitud", quizás porque le ha cogido cariño a seguir humillando electoralmente a Saura. No es un problema de personas, ni de actitud, sr. Valcárcel: es un problema total y absoluto, inabarcable: es un problema de presidente -Rodríguez Zapatero-, de Gobierno, que no funciona, de partido, cuyas siglas ya no venden lo que dicen que vendían, de Estado, que a lo mejor ya no existe. Yo diría que es también un problema internacional, transcontinental e interestelar, el de un socialismo que, como idea, nunca ha sido más que una forma de perder tiempo y dinero, por supuesto también en Suecia. El revulsivo que está necesitando el PSRM-PSOE es, sin más, que el público logre olvidar lo que está ocurriendo en España en los últimos seis años.
Tengo para mí que lo que ha ocurrido con Pedro Saura es lo que le ocurrirá a cualquiera teniendo por encima al presidente Zapatero: Saura, en fuerza de estar ahí años y años, era un candidato conocido en la Región, en efecto. Pero su problema es que conocíamos aún mejor al que ha venido siendo hasta ahora su mantenedor, el presidente del Gobierno de la Nación. Como solía decir irónicamente el ex delegado del Gobierno de Aznar en Murcia, José Joaquín Peñarrubia, "¿Cómo que los políticos debemos darnos a conocer? a veces es mejor que no nos conozcan". A los posibles sucesores de Saura no sé si la ciudadanía de la región los conocerá suficientemente, pero, mientras se conozca tan bien a Zapatero, tienen los socialistas murcianos menos posibilidades de éxito que una bolsa de cotillón a la puerta de un cementerio.