Asistía la otra noche, concretamente la electoral, a una cena en un restorán cerrado donde, como en cada importante cita a las urnas, se reúnen una serie de notables liberales, democristianos y algún gallardonáceo de bajo vuelo y alta cresta para asistir y discutir los primeros resultados de la jornada. El más favorable a la continuidad de Mariano Rajoy, descontando este que firma, decía que debía dimitir como aspirante a la presidencia y conformarse con ser vicepresidente primero en un hipotético futuro gobierno del PP. Los demás variaban entre entregar a Rajoy, ya, hoy, ayer a las fieras que lo han pintado como un líder de extrema derecha, para aplacarlas y que nos perdonasen la vida, y/o rescatar a un Gallardón para ponerlo a la fuerza como líder del PP, aunque no lo quieran las bases, ni los compromisarios, ni los barones periféricos, o sea, refundar el PP como el partido donde hay diez millones de seleccionadores que arreglan el mundo en las sobremesas pero donde se puede pasar por alto esa manía de votar en elecciones internas.
Hubo un argumento, no sé si del bando de convertir a Rajoy en pienso o el de simplemente quitarlo del sillón para que se pusiera el otro que no pudo por menos que enternecerme: Rajoy se ha quemado en una oposición feroz y catastrofista y lo que van a demandar los nuevos tiempos es un opositor a caballo entre "Ana de las tejas verdes" y "Winnie the pooh", porque ahora que Zapatero no necesita a los independentistas y comunistas gobernará para el centro, o sea, suavecito y evitando la radicalización. La capacidad de bienpensar de la derecha para no admitir los hechos no deja de asombrarme. Su optimismo no termina de informarse bien o, como diría Felipe González, de escarmentar.
A aquellos notables teóricamente cercanos al PP, y a todos los que quieran leerme, voy a adivinarles gratis el futuro que será, que ya es, porque está escrito y rubricado por la pezuña del Innombrable, como todos los futuros ineluctables: Lo primero que deberían saber es que Zapatero tiene un plan. Sí, sabe hacia dónde se dirige. Y ese plan excluye expresamente el gobernar para todos, y por supuesto el gobernar como si esto fuera una democracia parlamentaria. No está en la naturaleza del Plan, ni del que lo ha maquinado. Como viene a sugerir Arcadi Espada, ya no es que el PSOE haya debido transigir con los nacionalismos, sino que ha debido transigir consigo mismo, porque el PSOE lleva ya dentro el nacionalismo (y aún muchas más cosas de da miedo incluso enunciar). Si no se ha podido acabar físicamente con la derecha arrojándola por sobre las bardas del Sistema, objetivo 1, se hará como si no existiera excepto cuando convenga recabar su apoyo para engañarla, en espera de retomar el objetivo 1. El secesionismo seguirá su curso. Los cantones tendrán más vaquitas a manchas malva, como la del chocolate. Los pueblos serán más aldeas. Aprobado el Estatuto Catalán, será la rapiña incontrolada de los Presupuestos y lo que valga en un sitio podrá no valer dos metros más para allá. Nadie deberá esperar ayuda de su hermano. Los ríos llevarán colgando de la colita una vitola con denominación de origen. Para el inmenso trabajo de papeleo que aguarda al compartimentar España de forma estanca hará falta un faraónico cuerpo funcionarial, tal vez incluso mayor que el francés, que será el que más recursos públicos succione por encima incluso de los inmigrantes. No se hará una flexibilización del empleo. Nadie invertirá en España a no ser "a la kuwaití", para que el dinero se lo lleve alguien. Abaratar mucho las segundas residencias para extranjeros permitirá, como ya está ocurriendo, respirar al sector, pero no por demasiado tiempo.
Todo esto ocurrirá, y no otra cosa. Y eso por quedarnos solamente del lado de la Ley, no del otro lado, que será de visita continua. Una legislatura más tranquila que la anterior, la llaman ya. Claro. Para que termine de ser tranquila, sólo faltan el fanal, la pala y el enterrador.