Circulando hace unos años por el no me lo dejen por menos que desastroso sistema viario de la vieja democracia costarricense (ese país que presume de ser pacifista y de no tener fuerzas armadas pero llama a las norteamericanas cuando se producen desastres naturales: qué bien habla el sano del enfermo, así cualquiera), donde el socavón más pequeño es aproximadamente como el de la "operación ogro" que mató al almirante Carrero Blanco, me llamó poderosamente la atención un modesto puente de hierro sobre un río infestado de cocodrilos que no era, como solía suceder, un amasijo de chatarra retorcida que debías cruzar bajo tu cuenta y riesgo. El puente exhibía una pomposa leyenda también en hierro fundido casi más grande que el propio puente: estábamos circulando sobre una obra pública que se había hecho gracias a los desvelos del presidente Oscar Arias. Pensé que en realidad la obra pública era un subproducto de la placa, y no, como sería lo lógico, a la viceversa. Que se notaba demasiado que habían construido el puente como acompañamiento y coartada de la placa, como el entero sistema de carreteras del país era el contraste natural con el propio puente (si en lugar de caminos de cabras donde no ví cabras ningunas hubiesen autopistas con calidad alemana, la virtud munificiente del presidente Arias no hubiese resaltado ni mucho menos tanto).
Me he recordado de aquel puente concedido graciosamente cuando he visto en Murcia, concretamente en la estación decimonónica de Renfe de la capital, esos carteles del ministerio de Fomento de Magdaleni Álvarez donde pone "el Estado invierte aquí", y que son con frecuencia más grandes y lucen más que la propia obra pública que están publicitando. El Estado, es decir, el Gobierno, o sea, el partido de Rodríguez Zapatero, qué tres patas para un banco, mueve un lápiz de sitio, y en el lugar donde se mueve un lápiz de sitio erigen un cartelón impresionante cacareándolo. Mucho más impresionante el cartelón que el propio lápiz, claro. Ni que decir tiene que esos cartelones se ponen años antes de que allí haga nadie nada. ¿Será por autobombo? ¡Menudos anuncios! Tupidos con profusión de sellos oficiales, escudos de organismos, estrellitas de la Unión Europea y en los que uno casi cree advertir hasta la elegante firma del ex Gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, dando autentificación y prosopopeya como en los "marianitos" de dos mil pesetas de antes.
¿Cómo que "El estado invierte aquí"? En fuerza de invertir, cada vez llega menos e incluso lo que llega ni se ejecuta. Aquí se invierte si acaso en cartelones, porque las obras que anuncian están donde tienen que estar: en Cataluña. ¿"Plan E" de Zapatero que obliga a los ayuntamientos a publicitar que las obras se financian gracias a la mano rota y a la liberalidad de la Ceja Providencial? ¡Pero si Magdaleni Álvarez, esa mente privilegiada, ya inventó mucho antes todas las letras del abecedario gastándose lo destinado a obras en letreros, que es de lo que se trata! ¡Una pionera de la nueva estrategia del Gobierno es lo que es!