Podríamos pensar que el apalizamiento callejero del consejero de Cultura de Murcia, Pedro Alberto Cruz, es, como dice el PSOE, un hecho imprevisible, sin puntos de contacto con la crispación creada por la Izquierda (algunos sugieren incluso que Cruz se ha inventado su agresión, como se inventó lo del experto publicitario -en realidad un actor- Karabatic). Que es, si es que fue algo, obra de manos misteriosas sin ninguna conexión con el "derecho a la crítica política", o artística.
Podríamos pensarlo si antes el consejero sr. Cruz no hubiese sido señalado por los mismos que ahora dicen situarse en un distanciamiento exquisito con un círculo/diana en la revista "Interviú" (sí, la misma papela del póster desplegable con chicas en felpudo); representado como una artística bolsa de basura reciclable donde los frustrados de Murcia podían dejar sus mensajes calumniosos; expelido como un pedo supersónico y odoriento en el cuadro de un artista murciano "mofeta (sic) en su tierra"; convertido en carne picada a base de acusaciones delictivas (de las que dan lugar a procedimiento de oficio) en todo internet y parte del extranjero; y lo mejor, para que no haya duda metodológica, crucificado.
Cruz en su cruz fue paseado hace unos meses en procesión por el centro de Murcia, a plena luz del crepúsculo. Determinados "intelectuales" aborígenes hicieron de costaleros. No se sabe si además fueron paseados los otros dos horrores de la foto: el espejo orlado de metacrilato y el sillón en imitación "luises". Sí, ya sé. La izquierda quiere que pensemos que esto de Cruz en su cruz no suponía un "auto de fe" cultureta contra el recortable judaico del consejero, sino, yo qué sé, una invitación a reflexionar sobre las imperceptibles variaciones en la trayectoria elíptica del planeta.
El arte no es inocente. Nunca. Lo saben los que en lugar de a Mahoma siempre eligen para sus birrias colocar la cara del Cristo, de Ratzinger o, mismamente, del consejero Cruz. Poner a Mahoma tapándose el cigüerzano con un billete de quinientos euros, como el de la imagen, traería determinadas consecuencias ineluctables emparentadas con la seguridad física del artista (por eso la única provocación artística contemporánea digna de ser considerada, el mofarse del Islam, no existe, no puede ser considerada; si existiera auténtica provocación artística, hoy día, ocasionaría como contrapartida una sarracina en varios países, con toma de embajadas incluida). En cambio vejar artísticamente a Cruz con la coartada de la libertad de creación es algo infinitamente más impune para el artista supuestamente transgresor: termina acarreando otras derivaciones desagradables, pero casi siempre para el satirizado. El artista puede quedarse sin prebendas públicas, aunque, conociendo al PP, será más bien lo contrario: cargos temerosos de provocar el disgusto cultureta como Cruz y, horror, acabar como él se agolparán como un solo hombre para ofrecérselos. El satirizado, sin embargo, es sospechoso de todos los males del mundo porque alguien le ha señalado como tal, y queda al albur de la expiación pública de no se sabe qué pecados.
Tras clavar el "ecce homo" al madero "sub specie" artística, y comprobar que no surte efecto y que Cruz sigue insistiendo en no dimitir, ya queda poco que metaforizar. Entonces el arte en la calle se vuelve más directo y vienen otros tipos sin tantas manías estéticas con sus "performances": alguien le rompe el cráneo al "ecce homo". Uno empieza por no dar importancia a tiempo a una buena crucifixión y acaba por ser impuntual para indignarse contra el "aprovechamiento" de estos sucesos por parte del PP.
Postdata: La Fiscalía ha ordenado la persecución policial de manifestaciones insultantes contra los cargos públicos murcianos. Entonces quien encuentra una relación directa entre los insultos y ese "algo más" que le ocurrió a Cruz ya no es sólo el PP, sino también la Fiscalía, puesto que previamente al atentado la Autoridad Competente consideraba esas injurias y calumnias vertidas en las manifestaciones como "parte de la crítica política". Aquí está la prueba incontrovertible. La Fiscalía, entonces, también debería pedir perdón a la Izquierda por relacionarla con lo de Cruz.