Es el único caso conocido de "barón regional" al que siempre le ha asqueado serlo. "Yo no soy Barón, sino varón", solía decir. Y, por una vez y sin que sirva de precedente, habíamos de creer a un político haciéndose el humilde, que en realidad no era humildad, sino absoluta y radical, casi feroz falta de interés por el madrileñeo enmoquetado, ausencia de refinamiento de corte o bien amor por la facilidad y la invisibilidad de la vida periférica, si quieren. Hablamos del próximo presidente del congreso del PP a celebrar en Valencia, el actual presidente autonómico murciano Ramón Luis Valcárcel, que va a obtener así el segundo premio mediático que le cae de Mariano Rajoy tras llamarle al balcón valenciano junto a Camps (al que algunos ya llaman "el sucesor").
Al principio, hace ocho o diez años, lo llamaban "barón" para tratar de humillarlo, como a este que escribe todavía lo llaman "maestro", sabiendo que la provincia quedaba muy lejos y que prácticamente desde mi tío abuelo Mariano Ruiz-Funes, biministro con los rojos durante la II República, poco más había surgido de Murcia que hubiese llegado tan alto en la política nacional, si consideramos que los cartageneros Trillo-Figueroa y Zaplana han desarrollado sus carreras, desde pequeñitos, en la comunidad valenciana. Pero como el cuento de Pedro y el Lobo, al final de tanto llamarlo "barón" ha llegado a serlo de verdad. El barón ha venido y, "callandico", se está comiendo a las ovejas en el PP, aunque como Valcárcel es de Murcia algunos aún se ríen y se lo toman a chota. Pueden seguir riéndose, pues cuentan con la indiferencia al respecto al propio Valcárcel, que nunca ha pretendido que lo tomen en serio en el partido en Madrid, ni en broma, ni sí, ni no, ni todo lo contrario.
Créanlo o no, es un rarísimo caso de personaje inmune, por complejo o por lo que sea, a la pasamanería de la calle Génova, que no ha hecho allí grandes amigos (exceptuando algún ministro de Medio Ambiente con quien el roce hizo el cariño, y poco más) porque no ha tenido ningún interés real en procurárselos. Para Rajoy, tal y como anda de susceptible con su liderazgo, éste del pasotismo por el madrileñeo puede muy bien ser el gran activo de Valcárcel, por encima incluso de su morrocotudo vivero de votos para el PP en Murcia, una de las comunidades que más crece en población y porcentualmente menos recibe del Estado (sesenta y dos por ciento de votos para el PP en las últimas elecciones generales). Es "barón" y así se le está reconociendo progresivamente en el partido porque, salvo representar a uno de esos sitios en los que, por utilizar la terminología rajoyana, "se ha trabajado más", no ha hecho absolutamente ningún mérito para ganarse la denominación, más bien al contrario. El ADN de sus huellas dactilares se encuentra en pocos cubiertos de grandes restoranes madrileños. Madrid no lo mata, pero lo fastidia.
Y ha tenido que venir Mariano a complicarle la vida considerándolo alguien medianamente importante...