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Crónicas murcianas

"De" Fraga hasta la braga

El difunto Paco Umbral solía escribir aquello de "Con Fraga hasta la braga", que ya no recuerdo si era grito de la derecha dura durante la Transición o bien una acuñación del ensayista. Con Fraga, en efecto, antes iban algunos hasta la braga, a lo que mandara don Manuel, lo que pasa es que iban muy poquitos, muy bien vestidos de visón, eso sí. Ahora, con esa irrefrenable tendencia que le ha entrado al llamado "zapatones" por pisotear lo que de bueno pudo hacer (entre otras cosas menores, irse), muchísimos empiezan a estar, no "con", sino "de" Fraga hasta la braga.

El salón de casa de mis papás en su segunda residencia de la playa lo preside una foto a todo color pero ya tirando a sepia de Manuel Fraga en los años setenta, quien por entonces todavía no había llegado a jefe perpetuo de la leal Oposición y de los grandes "sofares" (plural de sofá, según lo dicen en la patria chica de Camacho, Cieza), junto a sus incondicionales periféricos en un salón del entonces hotel Siete Coronas Meliá de Murcia. Los más jóvenes de entre todos los que salían en la foto yo me creo que eran mis papás, por entonces menores de lo que yo soy ahora, y, pásmense, el propio Fraga (con aquella expresión energuménica que ponía por entonces, con sus rizos sudorosos y su frente brillante por dentro y por fuera), así que calculen el futuro político que tenía aquello. He escrito que Fraga estaba rodeado de sus incondicionales en Murcia, pero ya los que quedan de esa foto, que no son muchos (los demás han ido a formar "a santa compaña", que llama desde el otro mundo a un Fraga que como siga destrozando lo que de bueno hizo justo antes de los santos óleos va a pasar una buena temporada en el purgatorio) ya van tirando a condicionales. Para el viaje gallárduménico del Fragoroso ex presidente de Galicia le van a acompañar todavía menos de los que salían en aquel retrato de los años de tirantes y calles suyas. Se empiezan yendo del PP María San Gil y Ortega Lara y nadie sabe con los que se van a quedar allí dentro, pero si todo sigue como parece va a sobrar salón en el Siete Coronas (hoy no Meliá, sino Silken) y vamos a ir arreglados si el PP otra vez fraguero e incluso verstryngilista se reúne en un par de taxis.

De su protegido Gallardón, a ver si se entera el galvanizado patrón de la bamboleante derecha exhumada, sólo se fían mis amigos exquisitos que no votan al PP más que cuando las legislaturas con vocación de eternas del PSOE se ha hartado de robar, secuestrar y matar, y aún así se lo tienen que pensar durante cinco o seis años, como en los noventa. Fraga, antes de seguir trabajando para el socialismo falangista durante la premoriencia, podría emplear sus últimas fuerzas en hacer un último gran servicio a España (como decía su señorito, Franco, quien no empleaba mucho lo de "patria"). ¿Sigue conservando aquellas escopetas de caza de hace cuarenta años en casa?

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