En el último congreso del PP murciano eché en falta al consejero de Kultur, Turismo y Descanso, Pedro Alberto Cruz Sánchez. No digo que no estuviese en algún momento. Digo que lo eché en falta. Lo mismo ni apareció, más por seguir disipándose en el éter, según hace últimamente, que por desmarcarse de los actos oficiales del PP, tan poco "culturales". Dicen que está pasando por malos momentos personales, y desde aquí lo apoyamos en esta delicada tesitura, aunque tengamos nuestras discrepancias con su gestión. Cuentan que los progres de la cultureta se ensañan con él, tanto más cuanto más subvención les ha dado.
Han llegado a publicar artículos hipocritones, no sólo en las "badlands" de internet sino en medios supuestamente muy controlados por el poder, llamándole censor mayor, falso liberal, verdadera cara de la derecha, esnob que coquetea con la izquierda, etc. Ya los progres propietarios de galerías de arte "performancias" a fuer de absurdas lo colocaron literalmente en el centro de una diana en una revista eróticopolítica (Interviú) cuando todavía no era consejero del Gobierno, porque creían que recibían poca pasta para la que merecían. Yo me creo que el origen de la terrible experiencia que está viviendo Pedro Alberto en sus carnes y en su imagen pública, paredaña a la que yo sufrí hará una docena de años cuando se me ocurrió criticar al gran gurú de la izquierda exquisita murciana por farsante y vendecrecepelos antiglobalizadores, reside en que el consejero no ha comprendido nada de la auténtica naturaleza de la cuestión que le aqueja. Por muchas subvenciones que derrame sobre la izquierda exquisita, alternativa o de entretiempo no sólo no lo querrán más, sino que tampoco lo respetarán más que si expulsara a patadas a todos esos de su despacho cuando viniesen a pedirle algo (acción auténticamente revolucionaria que pensaba llevar a cabo el poeta José María Álvarez, cuando todo parecía indicar que lo iban a hacer consejero de Kultur del Gobierno murciano).
La progresía, y aún más la extrema izquierda antisistema disfrazada de gamberrismo artístico, piensa en el dinero que deja de recibir, no en el que le dan, por mucho que sea. Si hay mil millones de presupuesto anual total en la Consejería y les rinden novecientos noventa y nueve a los de siempre, sólo pensarán que el fascismo dominante les ha hurtado un millón al inacabable reconocimiento que merecen. No reputarán al consejero de independiente (como le gustaría a Cruz que pusiera en recordatorio su lápida), de liberal de centro izquierda (como también le gustaría), ni siquiera como munificiente y generoso, sino simplemente como débil. Como menesteroso. Como, y se lo han dicho abiertamente, esnob que coquetea con la izquierda por tratar de ganarse su favor. Tanto que habla de bares en sus pensamientos y cogitaciones que publica aquí y allá en la prensa regional, el consejero debería aplicarse la regla número dos que debes seguir cuando tratas de ligar de noche: "invitar a copas a tías es mendigar". Invitar desde un Gobierno de derecha a copas, o a lo que sea, a los tíos de la progresía y de la extrema izquierda es mendigar. La señal que reciben los beneficiarios del incauto dador es inequívoca: a la derecha encima le gusta que les den caña y te pagan por si poco fuera la fiesta. Los perfectos primos.