Lo que realmente me ha molestado de la manifestación en defensa de la dictadura cubana celebrada en Madrid no es el trasfondo vocacionalmente carcelero y fusileta de cuantos la componían, que eso la izquierda lo suele llevar de regalo como los suplementos y las colecciones de los domingos, sino el uso inapropiado del lenguaje. La nula exactitud. Que se comporten como gentuza muy a su sabor si con ello se realizan, pero si pervierten el instrumento con el que nos entendemos todos, de forma que ya nadie sabe qué significa cada palabra y esto se convierte en un Sindios que no hay quien se aclare, entonces voy y me enfado. ¿Qué es eso que se dijo de que en la isla se está "profundizando en los logros de la libertad"? Bueno, bueno, bueno.
La libertad sólo significa una cosa. Y es, precisamente, ser libre. Lo puedes mirar desde abajo, desde arriba o desde los lados, y seguirá siendo eso. Y tengo la impresión de que los manifestantes no se referían exactamente a esta cuestión, por muy zumbados que estén. Ni siquiera Fidel Castro, en cincuenta años, le ha interesado romperle el esfínter a este término como ahora lo hacen sus admiradores españoles, que pronto hablarán también de un "liberalismo revolucionario". ¿O es que toda la libertad que no sea obligatoria a cargo de una dictadura es una "libertad formal", como aquello de la "democracia formal"? Si tenían para elegir los manifestantes pro-dictadura conceptos para despojarlos de contenido: que si la igualdad en Cuba, que si la sanidad, que si la justicia social, que si las bondades para expeler pedos de la ingesta diaria del "congrí" (habichuelas con arroz frito)... Pero ya no se paran, no ya ante el más mínimo aseo espiritual, sino peor, ni ante el diccionario. Se empieza asesinando, exiliando y encarcelando y, por no darle la debida importancia, se termina hablando el castellano de "bigote" Arrocet.
Quiten, carceleros y fusiletas, sindicatas y cristobitas del cine español todos, sus sucias bocas de la palabra "libertad". Y luego lávense los dientes con lejía, como hacían las mamás con los niños que se comían los mocos.