Antes de entrar en la almendra de la cuestión que hoy nos convoca (mejor dicho, a la que yo les convoco en caso de que a ustedes les de la gana de participar), y mientras busco dos padrinos adecuados para retar a un duelo a primera sangre al descreído gastronómico de mi conbloguero, debo proclamar una vez más mi unción a las espumas nitrogenadas de la nueva cocina.
En la oscura noche de los tiempos prehistóricos, una tribu de homínidos comía carne cruda producto de la caza al calor de una hoguera. Un miembro de la tribu acercó un trozo de carne al fuego, con ayuda de una ramita, dejó que se asara y tras probarla descubrió que sabía mucho mejor y la digestión era mucho menos pesada. Alborozado comunicó su descubrimiento, pero entonces apareció el Homo Abarquensis Antecessor y denunció al osado por mancillar las sagradas tradiciones de la tribu. El resultado es que los demás devoraron crudo al precursor de la gastronomía, lo que no impidió que tiempo después su forma de preparar el alimento se impusiera como factor de civilización.
Y en esas estamos, a ver si pasan un par de eones, Fernando Adrián termina de reflexionar y hacemos de mi queridísimo compañero de fatigas avance un paso en la escala evolutiva del paladar civilizado. No tengo prisa.
Quién sí la tiene es Zapatero, o más bien el país que gobierna (es un decir). La bola de nieve puesta en marcha por su insondable pereza intelectual y su sectarismo radical, avanza a toda velocidad sin que ni siquiera las apelaciones "pepiñescas" al contubernio neoliberal parezcan ser capaces de detenerla.
Nos vamos por el desagüe o, como diría el Doctor Tangalanga, "nos va a quedar el orto a la miseria". No hay manera humana de que los Zapateros pongan en marcha una sola medida para frenar el desastre, así que nuestro fin es la quiebra soberana del reino de Expaña. Por eso propongo organizar un grupo de presión (pero no en el Facebook, que eso es de frikis tecnológicos y horteras conceptuales) para solicitar a Angela Merkel que intervenga personalmente el gobierno de España, al modo de los administradores que la autoridad judicial nombra en los procedimientos concursales. Seis meses; tampoco es cuestión de privar a los alemanes mucho más tiempo de su presidenta. Pero hay que hacerlo ya porque esto no resiste hasta el 2012. ¿Se apuntan?