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Crónicas murcianas

Aquellos viejos malos rollos del joven Martin Scorsese

Escribí unas notas sonámbulas tras ver la última película estrenada de Martin Scorsese, sin yo poderlo remediar y sin saber exactamente por qué. A Arcadi Espada, según he leído en su blog de "El mundo", le gustó su final, que le pareció inteligente. No comparto del todo su entusiasmo, sobre todo por lo que había antes de ese final, a ratos un follón bastante considerable, y digo follón en su más entrañable sentido. A lo mejor es que uno ya no va estando para metrajes tan complicados. En cualquier caso, ahí van mis impresiones buscadamente subjetivas y sin ánimo de sentar nada sobre la película. Que, siendo, para lo que hay por ahí, una buena película a trozos, desde luego no es de mis favoritas del director.

"Dice Martin Scorsese, de quien nunca hay que perderse ninguna, que su película "Shutter island" habla, o grita, sobre Edgar Allan Poe, más que sobre Kafka. "Es puro Poe". Del Poe, se entiende, pionero de los cuentos de misterio, no los de horror sobrenatural. Más "Crímenes de la rue Morgue" y mucho menos "Extraño caso del señor Valdemar". Con lo cual no estamos hablando de ninguna película "de terror", aunque por ratos se quiera así (como tampoco lo era otra de Scorsese que también se pretendía, "el cabo del miedo", que cuantas más veces la veo más involuntariamente graciosa me parece, con un divertidísimo Robert de Niro como salido de "El rey de la comedia"), y no hay forma de colocarla como tal porque los insobornables aficionados al terror, que normalmente somos de una ortodoxia que yo llamaría "preconciliar", padecemos de escasa tolerancia a los experimentos. No basta con poner una estrepitosa tormenta gótica en la película para que la cosa vaya de miedo.

Pero yo me creo que de quien habla realmente la película no es de Poe y de su mente alterada por el láudano o de escenografía más o menos alemana, sino, a lo mejor a propósito, del joven Scorsese. Habla de aquel estado paranoide y persecutorio que tan bien conoce, por sus pasados excesos con determinadas substancias. Del intramundo de las cabezas que no están buenas y se creen perfectamente normales. Es una película mezcla de géneros que oculta que aquí se está tratando de un único, retorcido y megalomaníaco género en sí mismo: Scorsese. Y concretamente, aquí se está hablando, y cada fotograma que sale el anfractuoso personaje interpretado por Leonardo Di Caprio me lo denunciaba, de los viejos estragos politoxicómanos del realizador, que a punto estuvieron de llevarlo al abismo en los años setenta y primeros ochenta. O que en efecto lo bajaron al abismo, del que nunca ha subido del todo. "Shutter island" es fascinante, pero cuando acaba la fascinación uno repara en que en realidad no le han contado nada completamente memorable (sí, soy de los que ya se aburren con insertos de campos de concentración para explicar posteriores conductas alteradas, algo que hemos visto demasiadas veces). Y con un final sorpresa o "twist ending" de ésos de "ahora sin manos" que le ha gustado a Arcadi Espada pero que más bien me parece digno de ese director indio de fábulas morales un día tenidas por películas fantásticas, el para mí insoportable M. Night Shyamalan, quien ha perdido todo su crédito ante otros auditorios que no sean los siempre autocomplacientes del Arte y Ensayo. Por demás, Leonardo di Caprio está correcto, aunque menos brillante que en la precedente colaboración con Scorsese "Infiltrados" (una de las obras mayores del director), y Max Von Sydow es el único caso conocido de intemporalidad: alguien que casi cuarenta años después de hacer de padre Merrin en "El exorcista" no se sabría dilucidar si luce o no más joven que entonces.

Martin Scorsese podría haber dicho, y de hecho puede que lo haya dicho, que su película, además de querer ir de Poe, de Kafka, del expresionismo, del gótico de castillos sin castillo y de lo que se ponga, va de cine de nazis, de suspense, de subgénero hospitalario (véase "Bedlam", esa curiosa obrita opresiva del productor Val Lewton), de cine negro a colores como el que se puso de moda en Hollywood, con algunos notables resultados, en los años noventa del pasado siglo, del arte del grabado decimonónico o hasta de sutiles homenajes al King Kong original (la llegada a una isla fuera del mundo aunque cerca de él que parece tener rostro y vida centrípeta propia). Demasiadas cosas para un solo rato, aunque éste se haga, la verdad, bastante largo. La película está basada en un guión que ha pasado por varias manos, pero olvídense del guión previo antes de llegar a Scorsese, a quién le importa el guión previo. Aquí están todos los tics del italoamericano de la barbita, los espitados malos rollos de Scorsese, parcialmente vertidos también en "Al límite", que quizás esté entre las cinco mejores películas sobre conductores de ambulancias maldormidos que se haya rodado. Habla de sus manías persecutorias, de sus deflagraciones cerebrales, de realidades alternativas, de trampas tendidas por la realidad, como digo, de aquellos viejos malos rollos de la juventud salvaje del realizador. Habla de todo lo que se metió en ese cerebro cuando era el no músico más roquero del mundo, más incluso que Berlusconi (al decir de la revista "Rolling Stone", el político que se ciñe más puramente a la "rock and roll way of life"). Una pasada. Descompensada pasada."

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