Dicen las malas lenguas mejor informadas que "el espadón de Ginebra", es decir, el coronel Hernando que viajaba tanto a Suiza en los tiempos de los GAL, tiene a quinientos tíos de la UCO y subcontratados, quinientos, pinchando más que los practicantes de farmacia y escuchando conversaciones telefónicas ajenas, ajenas a cualquier relevancia penal, me refiero, sólo en la Comunidad de Murcia. Vamos, como si fuera la telefónica de los años cincuenta, cuando los teléfonos tenían tres o cuatro números y tenías que pasar sí o sí por la operadora. Ahora tienes que pasar sí o sí por el Guardia Civil a las órdenes de Hernando, Bermejo y Cándido, que te está pinchando para saber si todos los días te cambias de bragas.
Así que, siendo una región uniprovincial que no llega al millón y medio de habitantes, calcúlese que si en Murcia hay quinientos números nada más dedicándose a espiar indebida y probablemente de forma ilegal intimidades ajenas (que ya están provocando zozobras en más de un matrimonio), cuántos debe de haber en comunidades autónomas con más provincias y muchos más habitantes, como Valencia o la mismísima Madrid, los otros dos grandes objetivos de la Lubianka zapateril.
La sorna popular en torno a estos generalizados pinchazos telefónicos, que en el sur hasta a lo más siniestro del totalitarismo le sacamos punta, ya hace que en Murcia se hable por teléfono con el lenguaje de los sordomudos, que en la calle la gente se tape la boca como los mafiosos para que no le deletreen las sílabas a distancia y que las conversaciones por cualquier medio se cierren siempre con un saludo al Fiscal del Tribunal Superior de Justicia y al ministro Bermejo, "que nos estarán oyendo y a los que aprovechamos para saludar".