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Crónicas murcianas

A lo mejor, señor Aznar, a España le tira el peor Gobierno

El ex presidente Aznar sigue haciendo por esas tribunas de doliente aparición espectral, arrastrando por los friolentos pasillos la melena (lleva por detrás unos "mullets", conocido en el mundo anglosajón como "el peinado de los dioses", que ya parece esa representación hippy del Corazón de Jesús que se popularizó en los años sesenta en el verano del amor y, con los años, en Ibiza). De político en activo era un poco sombrón, pero ahora que políticamente es un remanente de energía me gusta todavía más, dedicándose a hacer dos mil abdominales al día como un desesperado (porque es de verdad un desesperado). No es menos ácido y devastado que el crítico francés Charles Augustin Sainte-Beuve cuando escribía aquello terrible de "creen que vivo: no soy más que un hombre que vegeta, unas veces a la sombra y otras al sol, después que sus esperanzas se hayan roto". Lo que quiero decir es que Aznar está como nunca, el tío.

Lo más reciente es lo que ha dicho del actual gobierno de Rodríguez Zapatero: "el nivel de los ministros actuales es lo más bajo que ha conocido España". Es difícil no estar de acuerdo. Pero, ¿no es eso precisamente lo que desea España? Me refiero a que parece definitivamente periclitado el tiempo en que los puestos de más responsabilidad los ejercían precisamente los más responsables. Se empezó dándole importancia a las palabras de cualquier futbolista, allá por los felices ochenta, y ya vamos porque si demuestras tener un conocimiento por encima de los demás te abuchean en los programas de televisión. El conocimiento no está de moda. Pero es que tampoco están de moda la capacidad, la distinción, la experiencia o la excelencia (que aquí creemos que es la fórmula que emplean los marmolistas para dirigirse, en sus lápidas, a los miembros del cabildo superior de cofradías de Semana Santa). Me creo que uno de los éxitos del actual Gobierno es que es indistinguible de una reunión subrepticia de golfos apandadores por ver de practicar un butrón en las cajas de seguridad de un banco. No estoy nada seguro de que no sea eso lo que quiere la gente, con permiso de Aznar.

Pasaron hace mucho las épocas en que se reconocía que alguien podía ser mejor que nosotros, para pasar a encontrar un cierto placer mediático en que los torpes y los necios ganen cinco veces lo que nosotros, porque de alguna forma es como si anunciaran una nueva sociedady nuestro seguro triunfo en ella en cuanto nos pongamos a ello (luego, claro, ese triunfo no se produce, pero ya es demasiado tarde y Zapatero ha vuelto a ganar las elecciones). Aído, por ejemplo, es una vecindona como todas, sólo que peor, más estafermo que todas. ¿Resta eso a la imagen política y pública? Yo pienso que, tal y como está la fibra moral del país, al contrario: suma. La otra noche acudí a una cena de antiguos alumnos del cole. Uno de ellos, de los más brillantes, era ahora asesor personal del ministro de Exteriores, Moratinos. Era un caso claro de admiración del capaz, del bien estructurado, por la gelatina humana, por el promotor de la marginalidad de España en el mundo. Si eso lo hace alguien con la cabeza en su sitio, pensé, qué no hará la corrala hispánica con la incompetencia manifiesta del Gobierno. Pero me sigue encantando que Aznar arrastre por los pasillos, doliente, la melena.

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