El Partido Popular ha sufrido en los últimos diez días el mayor terremoto de la historia interna de la formación desde que el pasado día 16 de febrero se hicieran públicas las noticias de que la cúpula de Génova había intentado espiar a la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso.
Una semana bastó para que dirigentes territoriales, cargos medios y diputados abandonaran a la dirección del partido. Un efecto dominó que dejó a cuadros a la cúpula popular, especialmente al ya exsecretario general del PP, Teodoro García Egea, que pensaba que tenía "a todo el partido controlado".
Barones y diputados coinciden en el análisis, desde que García Egea llegó a la Secretaría General del PP, en julio de 2018 nombrado por Pablo Casado, su mayor preocupación había sido colocar a los suyos en todos los estamentos del partido para tener el control absoluto del aparato. "Si no se hubiera obsesionado por la interna del partido y se hubiera preocupado más de servir a los españoles, no se habría llegado a este punto", asegura uno de los diputados del partido. Pero, ¿hasta qué punto llegó esa "obsesión" que hizo que en tan solo una semana sus apoyos se desvanecieran?
"Una actitud caciquil"
"Isabel no va a ser presidenta del PP de la Comunidad de Madrid". Esa frase, repetida por García Egea a sus colaboradores, recoge la batalla más dura que ha librado en sus tres años y medio como números dos del PP. Díaz Ayuso fue su gran obsesión pero no la única.
"Tenía una actitud caciquil, ordeno y mando, y logró apartar a Alfonso Alonso, a Isabel Bonig, a Cayetana Álvarez de Toledo, hasta que se topó con Ayuso y con Miguel Ángel Rodríguez, al que no podía ni ver", aseguran fuentes del PP.
Un ejemplo de esta actitud de García Egea se vio en Valencia cuando Egea no tuvo reparos en acabar con Isabel Bonig, que criticó las formas del exsecretario general del PP y le acusó de haberle mentido, para colocar a uno de sus afines, Carlos Mazón.
Meses antes, las "formas" del secretario general del PP también llegaron al País Vasco, donde Egea acabó de forma fulminante con Alfonso Alonso, que no compartía con la dirección del partido las condiciones que habían pactado desde Madrid con Cs para acudir juntos a los comicios de esa comunidad. Para sustituir a Alonso, Egea colocó a Carlos Iturgaiz.
Mazón e Iturgaiz han sido dos de los barones que durante la semana previa a su dimisión han abandonado a Pablo Casado y también a García Egea, al que le dejó solo hasta su presidente autonómico de confianza, el murciano Fernando López Miras.
"No tenía reparos en enfrentarse a nadie", aseguran desde la formación popular que recuerdan que el hace un año, en Sevilla, Génova impuso a su candidata, Virginia Pérez, como presidenta del partido en la región. La disconformidad de Juanma Moreno con aquel proceso, y con las formas de García Egea, hizo que el presidente andaluz plantase al por entonces secretario general del PP en el acto en el que se confirmó la elección de Pérez.
El control del Congreso
Otro de los frentes que García Egea ha querido controlar en los últimos años ha sido el grupo parlamentario del PP en el Congreso y para ello, eligió a su diputada de confianza Isabel Borrego, una de las integrantes de la dirección del Grupo Popular que no firmó el manifiesto pidiendo su cabeza de García Egea.
Sonoro fue su enfrentamiento con Cayetana Álvarez de Toledo que la parlamentaria recoge en en su libro Políticamente indeseable. En el Congreso, el control que ejercía Egea era "absoluto", explica, hasta el punto de que los diputados no podían ir a "comprar una bolsa de patatas fritas sin su consentimiento".
Álvarez de Toledo asegura que su forma de ejercer el poder era "despótica". "Teodocrática", califica la que fuera portavoz del PP. Esta actitud hizo que el Grupo Parlamentario Popular no dudase en abandonar a García Egea a la primera de cambio y pedir su dimisión en un escrito que hicieron público la misma mañana en la que el número dos del PP abandonó su cargo.
Ahora, en el PP, algunos diputados se preguntan si García Egea tiene un "as en la manga" y pretende rearmarse para presentarse al próximo congreso extraordinario del PP. Sus hasta ahora afines lo descartan: "Es inútil enfrentarse a Feijóo, sólo puede hacer el ridículo si lo intenta. Le queda muy poca gente a su lado". Eso sí, en el PP solo es necesario el apoyo de un centenar de afiliados para presentar una precandidatura.