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El partido de Puigdemont reniega de Laura Borràs, cuyas pifias refuerzan a ERC

Un año después de las elecciones catalanas, los republicanos mantienen el liderazgo en el frente separatista.

Un año después de las elecciones catalanas, los republicanos mantienen el liderazgo en el frente separatista.
La presidenta del Parlament, Laura Borras, junto a la vicepresidenta segunda, Assumpta Escarp | EFE

La retórica insumisa del proceso separatista se ha cobrado una nueva víctima, Laura Borràs, última presidenciable del partido de Puigdemont, Junts per Catalunya (JxCat). Cuando fue designada segunda de la lista pero aspirante a la presidencia, dos eran las principales armas de Borràs, su condición de mujer y, sobre todo, su verbo inflamado, sus promesas de desobediencia, su ortodoxia independentista. Nada podría detenerla decían ella y sus acólitos en el camino directo hacia la república catalana.

ERC venció en aquellas elecciones de hace un año (se celebraron el 14 de febrero) por un escaso margen de votos, lo que frustró las expectativas de Borràs de convertirse en la primera presidenta de la Generalidad catalana. Sin embargo, el premio de consolación no era menor, la presidencia del Parlamento autonómico y un sueldo de 157.000 euros anuales. Además, desde la cámara también estaba en disposición de cumplir todas sus promesas de desobediencia al Estado y sus poderes.

Tras el fiasco del escaño del cupero Pau Juvillà, nadie de relieve de JxCat ha salido en defensa de Borràs, un juguete político roto, sin credibilidad ni crédito. Filtrado el documento con el que proponía a los partidos separatistas un frente común, la imagen de improvisación y debilidad es todavía mayor.

La oferta de la que presume y con la que acusa a los demás de no haber estado a la altura son diez líneas en las que plantea no cubrir las bajas ante futuras inhabilitaciones salvo renuncia expresa del perjudicado y que el gobierno catalán obedeciera al parlamento regional frente a resoluciones judiciales o administrativas.

La filtración del documento es un clavo más en el ataúd político de la presidenta del Parlament, a quien ya sólo le queda un recurso del que venía haciendo gala desde el principio de su mandato, el maltrato a los diputados de Vox, Ciudadanos y PP, una marca de estilo que más que satisfacer a los grupos separatistas causa sonrojo en general.

Silencio de Puigdemont

Ni Carles Puigdemont ni Jordi Sànchez, los dos principales dirigentes de JxCat se han distinguido estos días por proteger, animar o alentar a Borràs. El silencio ha resultado atronador. La presidenta del Parlament iba por libre, con una agenda propia que no era del agrado de sus correligionarios por su exceso de personalismo.

Pero además de los efectos internos del caso, el asunto del escaño de Juvillà también ha propiciado una suerte de resurgimiento de ERC como fuerza "pragmática" del separatismo. La vía independentista que proponía JxCat no era exactamente la de Borràs, el descarrilamiento a las primeras de cambio, pero a falta de más concreciones se había identificado con el ardor retórico de la presidenta del Parlament. Y eso funcionaba hasta que se ha puesto a prueba. ERC, a pesar de las críticas que suscita entre el independentismo la mesa de diálogo con el Gobierno, vuelve a aparecer en ese universo separatista como el partido más apto para ejercer más tarde que temprano el supuesto derecho de autodeterminación.

La recuperación del prestigio independentista por parte de ERC es fruto de la desnortada gestión de Borràs, víctima del incumplimiento flagrante de las expectativas que ella misma había creado. Un año después de las elecciones, el juego independentista comienza de nuevo con JxCat más debilitado y ERC en la primera posición que logró en la contienda electoral, pero con el crédito que le otorga el hundimiento de Borràs. La CUP sabe ya de primera mano que JxCat, a pesar de su discurso, es más de lo mismo que ERC.

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