Las protestas contra la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, no cesan. Si en verano, Colau notó el rechazo de muchos barceloneses en las fiestas de los barrios, este otoño lleva el mismo camino. Tras la silbatina el pasado 23 de septiembre, este jueves alrededor de un millar de personas se ha concentrado delante del Ayuntamiento de la capital catalana para protestar contra el gobierno municipal por la inseguridad, la suciedad, la persecución de las actividades comerciales legales y del turismo así como por la falta de un proyecto de ciudad que garantice la presencia internacional que antaño distinguía a Barcelona.
La manifestación ha sido organizada por una nueva entidad llamada "Barcelona es imparable", un grupo que concentra a un centenar de asociaciones, muchas de ellas de signo independentista. La cercanía de los portavoces de "Barcelona es imparable" con el separatismo ha propiciado que se identifique este nuevo proyecto con la campaña de Junts per Catalunya (JxCat) para ganar la alcaldía de Barcelona. Uno de los portavoces de "Barcelona es imparable" es Gerard Esteva, presidente a su vez de la "Unió de Federacions Esportives de Catalunya". Otro, Ferran Piqué, presidente de la "Federació Nacional d'Estudiants de Catalunya".
En la manifestación para echar del Ayuntamiento de Barcelona a @adacolau la peor alcaldesa de la historia de nuestra ciudad.#bcnésimparable #stopcolau #foracolau #anticolau pic.twitter.com/YDTtWWt09p
— LuisCLP342🇪🇸 (@LuisCLP342) October 21, 2021
Los promotores de la entidad niegan cualquier vinculación con partido alguno, pero su perfil alienta la tesis de que detrás de la plataforma hay una maniobra de JxCat para agudizar la oposición contra Colau en el tramo final del mandato municipal. Sea como fuere, la manifestación de este jueves se esperaba más numerosa, dado el creciente malestar ciudadano con la inseguridad ciudadana, la suciedad y la dejadez municipal.
Los episodios violentos son ya una constante en Barcelona, con agresiones a mossos y agentes de la Guardia Urbana y botellones que acaban en saqueos y violentos disturbios. Al tiempo, ni Colau ni su equipo reaccionan ante la degradación cada vez más evidente de la convivencia.