El entusiasmo de los primeros años del procés y la rabia tras el golpe de Estado fallido han dado paso a la melancolía. Los independentistas que se manifestaron ayer por Barcelona aludían en su mayoría a la persistencia, a la obcecación. No había entusiasmo ni esperanza. La manifestación era una especie de ejercicio de repetición, una costumbre a la que una parte del separatismo sociológico se niega a renunciar, el Onze de Setembre en Barcelona, con la camiseta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), la fiesta del fin del verano.
En la cabecera, la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, el de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, el mismo que quiere salvar a la Humanidad entera y gesticulaba de manera exagerada para que quienes iban delante avanzaran. También estaba con ellos Jordi Sànchez, expresidente de la ANC y ahora secretario general de Junts per Catalunya (JxCat), el partido de Puigdemont. Cerca Lluís Llach y el asesino del empresario Bultó, el ex terrorista Carles Sastre, ahora dirigente sindical.
Como antes de la pandemia, familias y gente de edad que ya no tienen tan claro que vayan a ver una Cataluña independiente. La desunión entre las tres grandes formaciones separatistas no ayuda. Muy pocos son los que creen que la mesa de diálogo pueda acabar en la convocatoria de un referéndum. La asistencia a la manifestación es para muchos de ellos una especie de obligación. Se niegan a abandonar la causa, aunque ya no se creen las consignas separatistas. La independencia ya no está a punto, ni al alcance de la mano, ni Cataluña será el próximo Estado de la Unión Europea, pero ellos quieren dejar constancia de que ahí siguen, de que si el golpe fracasó no fue por su culpa. Si el compromiso es asistir una vez al año a una manifestación, prometen no desfallecer.
Al tiempo, grupos de exaltados lanzaron objetos contra la fachada de la Jefatura Superior de la Policía Nacional y zarandearon las vallas que rodeaban el edificio. Era otra muestra de frustración frente a un símbolo de lo que entienden como el Estado colonial. Esa es la retórica diaria de ERC y JxCat, sean más o menos partidarios del "diálogo".
Una cifra disparatada
Fuera de toda relación con la realidad, la ANC aseguró que 400.000 personas habían respondido a la convocatoria. Se trataba de dar una cifra redonda que las fuerzas separatistas puedan exhibir en la mesa de diálogo que se celebrará, salvo contratiempo, el jueves o el viernes próximos. Había una sensación notable de alivio entre los dirigentes de las organizaciones separatistas. No habían pinchado. De ahí a multiplicar por cuatro, cinco o seis la asistencia a la manifestación había sólo un paso. Es la táctica habitual del separatismo, que llegó a afirmar en anteriores ocasiones que había llegado hasta los dos millones de manifestaciones.
La Guardia Urbana rebajó la asistencia hasta las 108.000 personas, una cifra también abultada y también suficiente para que el independentismo de por superada su crisis. Comienza un nuevo embate. Los irreductibles del separatismo consideran que han recuperado las calles y exhibirán ese poderío en la mesa de negociación. El presidente de la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI), Jordi Geseni, alcalde de la Ametlla de Mar (Tarragona), el de Òmnium, Jordi Cuixart, y la de la ANC, Elisenda Paluzie, estaban exultantes en los parlamentos finales. La sensación de haber superado el riesgo de pinchazo les llenaba de optimismo. Vuelven a estar "on fire", empujando a los políticos a la confrontación, con el verbo inflamado, lanzando las viejas consignas, "1-O, ni olvido ni perdón", "Independencia". Desprecian los indultos a sus presos golpistas, exigen la amnistía y la proclamación de la república, ni siquiera el referéndum.
El éxito relativo radicalizará el mensaje de ERC. Junqueras vuelve por sus fueros. Dice en el Twitter que son la semilla de todas las victorias. Cuixart insiste: "Ho tornarem a fer". Su parlamento enardece a la concurrencia, que vuelve a gritar con fuerza "¡Independencia!" Les han dicho que son cuatrocientos mil y se lo creen, aunque tienen motivos más que suficientes para dudar de sus líderes.
Incidentes frente a la Jefatura de Policía
Al término de la manifestación, la tensión se instaló frente a la Jefatura Superior de la Policía Nacional, en la Vía Layetana. Hubo lanzamiento de objetos contundentes contra la fachada mientras los Mossos d'Esquadra formaban una barrera delante del edificio. Los manifestantes más exaltados se apostaron frente a los agentes, que aguantaban estoicos que les arrojaran botellas de plástico, latas de cerveza y globos llenos de pintura.
A lo largo de la jornada se habían registrado incidentes violentos, peleas entre separatistas de una y otra facción en una muestra de la profunda fractura del independentismo, que va de arriba (JxCat y ERC) a abajo, los grupos y grupúsculos identitarios que están en la base del movimiento nacionalista. Ya no disimulan. Tampoco Cuixart, Paluzie y el resto de dirigentes "civiles". Se aferran a un clavo ardiendo y la asistencia a la manifestación de este sábado, aunque irrelevante en comparación con otras ediciones, les sirve para alimentar sus eslóganes y mentiras sobre un "solo pueblo". Objetivamente, la manifestación ha constituido un pinchazo, pero el abrupto descenso de participantes no es problema ni para la ANC y Òmnium ni para sus partidos y medios.