El País ha publicado este jueves en su cuenta principal de Twitter un tuit sobre el "uso político" que se hace de las imágenes de jóvenes afganas que llevaban minifalda de los años setenta. Según el diario de Prisa, estas fotografías "se han reproducido de forma intensiva para fomentar la islamofobia".
La polémica has sido instantánea y sólo unas horas después el tuit ha sido eliminado de la cuenta de El País, siendo sustituido por otro en el que se afirmaba que el anterior era eliminado "porque el mensaje que lo acompañaba no se ajustaba al texto".
Corrección: retiramos un tuit anterior porque el mensaje que lo acompañaba no se ajustaba al texto https://t.co/Pdoj6xbaR4
— EL PAÍS (@el_pais) August 26, 2021
Este segundo tuit también ha recibido numerosas críticas ya que, según muchos usuarios, el mensaje sí se ajustaba a un inclasificable artículo publicado por la sección especializada en moda del periódico en el que se critica el uso de esas imágenes como reflejo de una sociedad más libre que aquella que obliga a sus mujeres a cubrirse completamente detrás de un burka.
El texto habla también del "uso político de la prenda", en referencia a la minifalda que "alimenta grupos ideológicos desde hace años". Y, además, según alerta la autora esas imágenes "son estampas que se han reproducido en los últimos años de forma intensiva en grupos antislamistas en la red".
Sin problemas con el bura
El artículo pasa de puntillas sobre el asunto de si es o no más libre una sociedad en la que las mujeres visten como les da la gana, cuando no le quita importancia directamente, por ejemplo al incluir el testimonio de una presunta experta: "En mi experiencia las afganas están más preocupadas por la educación o la sanidad que por lo que llevan puesto o en la cabeza".
Lo peor del texto, no obstante, es que su autora se esfuerza en trata el problema como si se tratase de un mero asunto estético –"los derechos femeninos de todo un país se han debatido en redes en torno al largo de una prenda"- pero en ningún momento comenta cómo una mujer que viste un burka se convierte poco menos que en un fantasma carente de derechos y al que se imposibilita interactuar con normalidad con el resto de la sociedad.