El Mundo
"La crisis de Gobierno defrauda al sector más fiel a Sánchez". Hombre, si hasta ha tirado a Iván por el barranco, que hace bien poquito le había jurado amor eterno, que moriría por él. Ni las gracias le dio por su entrega y devoción.
Lucía Méndez dice que "el experimento Iván Redondo se ha cerrado con misterio. El hasta ahora jefe de Gabinete ha informado que pidió el relevo de forma voluntaria. Sin embargo, otras fuentes aseguran que estaba convencido de que sería ministro de la Presidencia, y así lo han recogido varios medios". Madre, qué disgusto. Es lo que tiene crear un monstruo, que en cualquier momento se vuelve contra ti.
"También se sabe que en los últimos meses el buen rollo que existía en la primera Moncloa de Pedro Sánchez se había marchitado un poco. La visibilidad y los focos que atraía Redondo sobre su persona quizá han acabado por confundir al consultor experto en comunicación. Puesto que ha hecho tan buenas migas con el director de Gabinete de Isabel Díaz Ayuso, bien puede consolarse", dice Lucía a modo de dardo envenenado.
El editorial no ve "nada nuevo bajo el sol. Porque el drama para la ciudadanía española es que, con sus nuevos políticos, Sánchez busca mantener exactamente las mismas políticas. El sanchismo es una corriente despojada de principios dispuesta a todo para aferrarse al poder. Y un presidente en estado puro ha sacrificado a sus achicharrados alfiles, presa del pánico por las encuestas que desde la pasada victoria de Ayuso en Madrid sitúa al PSOE en caída libre sin freno". Lo que no ha entendido Sánchez es que no es el PSOE, es Sánchez. A nadie le importa un ministro u otro.
Federico Jiménez Losantos dice que "sólo a un ignorante se le ocurre bautizar a su nuevo Gobierno, este de las diminutas ferocidades, como El del Gran Salto Adelante, el mayor genocidio en la historia del comunismo y de la Humanidad: sesenta millones de muertos de hambre". "Lo de Sánchez es un gran salto en el vacío, porque prescinde del Gobierno en favor de Sánchez. Le acompañan Bolaños, algún cadáver político-moral y las diminuteces. Es el gran salto de la rana".
Martí Saballs dice que "los centenares de monclovitólogos que habitan en nuestro país andan enfrascados en analizar las causas de la última gran decisión estelar del presidente del Gobierno. Para los sanchistas de corazón, que los hay, ha renacido Pedro el Grande, capaz de haber dado un puñetazo en la mesa para demostrar su poder, carnívoro al punto, harto de que se le considerara una marioneta de Iván Redondo, que hoy resulta ser mucho peor estratega que ayer. Isabel Díaz Ayuso se cobra, casi sin quererlo, otra víctima". Qué killer, Ayuso. ¿Será Sánchez el siguiente?
El País
"El PSOE se prepara para una renovación profunda como la del Gobierno". Carlos E. Cué desentraña el misterio de la caída al barranco de Iván Redondo.
"Su salida ha sido la mayor sorpresa de la remodelación anunciada el sábado. Nadie se lo esperaba. Ni siquiera el equipo del jefe de Gabinete, que pensaba que al contrario, ocuparía un poder mayor tras la remodelación". Vaya ojo, Iván. Es más, "él sería el nuevo ministro de la Presidencia, y desde allí controlaría el corazón del Gobierno", "quería ocupar cada vez más poder". "Sánchez, que siempre se toma su tiempo, maduró la propuesta". Y optó por tirarle por el barranco, por ambicioso. La avaricia rompe el saco.
"Poco a poco Redondo, que se había planteado la idea de dar el salto al control definitivo del corazón del Gobierno y empezar a tener exposición pública, se dio cuenta de que el presidente no le iba a dar lo que quería. Hasta que el sábado, ya con la decisión madurada, Sánchez le comunicó que no solo no sería ministro de Presidencia, un puesto que había reservado a Bolaños, sino que tampoco sería jefe de Gabinete. Para ese momento, según estas fuentes, Redondo ya tenía bastante asumida su salida y los términos del final entre ambos no fueron malos". Todavía lo está rumiando.
"Es casi un nuevo Gobierno, pensando también en un nuevo PSOE. Casi todo cambia, menos una cosa: Sánchez sigue mandando, tal vez más que nunca, y con la salida de Redondo ha dejado clarísimo que en un equipo de poder nadie es imprescindible salvo el líder, que toma todas las decisiones. Cualquiera que intente romper esa lógica está condenado al fracaso". Nadie va a intentarlo. Todos tienen asumido ya que el PSOE es Sánchez.
ABC
"El PSOE espera un cambio profundo en sus órganos tras la salida de José Luis Ábalos". Dice el editorial que "Pedro Sánchez inaugura la segunda mitad de su legislatura rodeado de una corte en la que sobresalen su juventud e inexperiencia en el campo del rifirrafe, de los globos-sonda y la sobreactuación, actividades que dominaban sus anteriores colaboradores".
Ignacio Camacho dice que "con la escabechina del día de san Cristóbal, Sánchez ha intentado desmarcarse de sus propias huellas, conjurar su desgaste ajusticiando sombras de la forma más cruenta, poner distancia con sus fracasos y abrir la expectativa de una nueva época. No busca soluciones sino olvido, no persigue eficacia sino amnesia. Siente en el cogote el aliento de la derecha y pretende enderezar las encuestas arrojando por el barranco los fantasmas junto a los que ha atravesado la pandemia y cruzado la línea roja de la humillación ante los enemigos de la convivencia". Como si él pasara por allí y no tuviera nada que ver.
"Nada ha cambiado, salvo algunos nombre. Ningún cambio de equipo va a alterar la correlación de fuerzas que determina el signo de su política. Los dueños de su agenda son la extrema izquierda y el independentismo: dos minorías anticonstitucionales con desaprensiva vocación chantajista". Cambiar los nombres de los ministros no cambia nada y solo entretiene por un tiempo a los medios de comunicación.
La Razón
"Sánchez ofreció en mayo un reparto de carteras diferente". "Tras la derrota del 4-M en Madrid se empezó a planificar un nuevo gabinete y se cerró con su gente de confianza. La semana pasada cambió todo". Y una gran noticia. "El PSOE asume un tsunami que podría afectar a Adriana Lastra". ¿Y dónde va a ir la pobrecilla? No caerá esa breva.
Carmen Morodo tampoco cree que el cambio de nombre signifique nada. "El giro copernicano que Pedro Sánchez ha impuesto a su Gobierno quiere llevar a pensar que todo cambia, cuando en realidad casi nada lo hace. Sánchez sigue siendo el presidente del Gobierno y el principal responsable de la crisis de credibilidad que afecta a la gestión socialista, y continúa estando en manos de los mismos aliados para garantizarse su estabilidad parlamentaria. En maniobras de supervivencia en política ya está todo inventado, y Sánchez, en estado de pánico, no ha hecho más que imitar a sus predecesores".
Marhuenda dice que "Sánchez afronta dos retos: la recuperación económica y la reelección. Los que han salido no le aportaban nada. Necesitaba caras nuevas que fueran un revulsivo ante la opinión pública". Qué manía. A la opinión pública se la traen al pairo las caras, además no conoce a ninguna.
"El PSOE y el gobierno han de estar bien coordinados como si fuera una orquesta interpretando la partitura que quiere su director. Nadie puede desafinar. No le preocupa Podemos y sus enredos, porque son útiles para mantenerse en el centro. Es mejor tenerlos dentro que fuera". A estas alturas Podemos no es nada ni dentro ni fuera. Pero que los hubiera dejado fuera sí hubiera sido un revulsivo para la opinión pública. Lo demás es carnaza para consumo interno de periodistas y políticos.