En pleno acoso de Marruecos a España, Santiago Abascal se reunió con el primer ministro húngaro, Viktor Orban, y el de Polonia, Mateusz Morawiecki, acompañado en este último caso por la líder de Fratelli d’Italia, Georgia Meloni, que lidera las encuestas en intención de voto de su país. El viaje llevaba tiempo preparándose pero la crisis con el país vecino brindó la oportunidad al partido de explotar sus dos grandes caballos de batalla: la inmigración y la soberanía nacional.
En paralelo a estos encuentros internacionales, una delegación de Vox encabezada por el vicepresidente económico, Víctor González, y el eurodiputado Hermann Tertsch, visitó Ecuador para asistir a la toma de posesión del presidente Guillermo Lasso, donde mantuvieron varias reuniones con miembros del gobierno.
En un principio estaba prevista la presencia de Abascal en Ecuador pero lo ocurrido en Ceuta le obligó a modificar su agenda. González está también este fin de semana en Perú para seguir de cerca las elecciones del país. En el partido presumen de estos viajes que consideran todo un logro teniendo en cuenta que son la tercera fuerza política en España y que todavía no han tocado poder.
El eje Madrid-Roma
Según explican fuentes de Vox consultadas por Libertad Digital, en el caso de Europa, el objetivo es forjar alianzas entre los partidos conservadores críticos con el Partido Popular europeo y su "mimetización" con las fuerzas socialdemócratas, cuyas políticas determinan toda la acción de la UE.
La sintonía entre Abascal y Orban es muy buena, explican en el partido, poniendo en valor que no sólo coinciden en la cuestión migratoria, sino en lo referido a las políticas de natalidad o la tradición cristiana de Europa.
"Buscamos ampliar el eje Vox-Fratelli, Madrid-Roma, a Polonia y Hungría", explican, destacando que se trata de "construir un bloque que ejerza de contrapeso a la Conferencia por el Futuro de Europa que pretende reformar los Tratados de la Unión para restar más soberanía a los países".
La Conferencia es un foro en el que cada país envía a cuatro diputados nacionales como representantes y que, en el caso de España, pertenecen al PSOE, PP, Podemos y PNV, según el acuerdo alcanzado entre los grupos del Congreso por el que han excluido a Vox.
La utilidad del voto
Forjar estas alianzas permite a Vox dos objetivos: despojarse de la etiqueta de eurófobos que le colocan sus adversarios políticos, sin renunciar a ser críticos con la actuación de la UE, al tiempo que ganan peso para marcar perfil institucional y demostrar su utilidad, más allá de la arenga política.
Desde la formación algunos dirigentes admiten que el resultado de las elecciones en Madrid demostró que los votantes premian la gestión, no sólo las ideas. De ahí se explica también su oferta para integrarse en el gobierno de Madrid u ocupar cargos institucionales como la presidencia de la Asamblea, aunque ambas posibilidades fueron descartadas por Isabel Díaz Ayuso.
Inmigración controlada
En Iberoamérica, el partido busca ganar peso entre los opositores a los regímenes totalitarios de izquierdas como el de Cuba, Venezuela o Nicaragua, lo que les permite ir teniendo cada vez más fuerza y proyección internacional. No sólo al partido, sino también a la Fundación, Disenso, a través de la Carta de Madrid que ya suma 8.000 adhesiones.
"Se trata de construir puentes con países con los que tenemos muchas cosas en común", explican desde el partido. De esa forma buscan también combatir la idea de que Vox es un partido xenófobo por oponerse a la inmigración ilegal.
"Si es necesario que vengan inmigrantes que sean aquellos con los que compartimos lengua, cultura y religión", aseguran, recordando el choque que supone la llegada de extranjeros procedentes de países africanos.
El partido busca ir, poco a poco, ampliando la base electoral ya consolidada, como demostró el resultado del 4-M, y tomar posiciones de cara a lo que resta de legislatura ante la posibilidad de que la derecha sume en las próximas elecciones generales y pueda acabar gobernando.