Con una expresión cansada, pero felices, una veintena de militares españoles han descendido este jueves las escalinatas del avión de transporte A400-M del Ejército del Aire que les ha traído a España desde Afganistán. Con su pie a tierra en la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) se pone fin a una de las misiones más largas que han afrontado las Fuerzas Armadas desde la llegada de la democracia a nuestro país.
Su llegada ha estado acompañada, como no podía ser de otro modo, de un acto de homenaje a todos los militares que han pasado a los largo de las últimas dos décadas por el país asiático. El mismo ha estado presidido por el rey Felipe VI, que vestía su uniforme de capitán general del Ejército de Tierra. También han estado presentes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Defensa, Margarita Robles.
España abandona el país asiático como ya lo ha hecho algún otro aliado y lo van a hacer el resto en las próximas semanas y meses. Y lo hace con unos resultados más que cuestionables. No por el brillante papel desempeñado por los militares españoles, sino porque el sistema político del país es sumamente frágil y los expertos no descartan que termine desembocando en una nueva guerra civil entre el Gobierno y los talibanes y yihadistas.
Afganistán ha supuesto un desarrollo fundamental para las FAS. Los militares españoles han tenido que lidiar con temperaturas, situaciones y una falta de medios por algunas decisiones políticas y las peculiaridades del país que son difícilmente recreables en maniobras. Y con una experiencia en combate muy importe. Con alguno de esos combates se han actualizado, incluso, los manuales de teoría sobre cómo actuar en determinadas situaciones y asaltos. De los ejemplos teóricos venidos de la experiencia ajena a la experiencia propia.
También ha sido la misión más trágica para las tropas españoles desde que salieron al exterior por primera vez en 1987, entonces con destino a Guinea Ecuatorial. En estos cuarenta años de operaciones lejos de casa ha habido 167 bajas (159 de las FAS y 8 de la Guardia Civil). De ellas, algo más de un centenar se dejaron la vida en el país del polvo, los talibanes y los burkas. También ha dejado una factura de 80 militares heridos.
Dos hechos fueron especialmente trágicos. Los dos, accidentes aéreos. 62 militares perdieron la vida el 26 de marzo de 2003 en el accidente del Yak-42 en Trebisonda (Turquía). La polémica por la no identificación de muchos de los cadáveres solo sirvió para echar más sal a la herida. 17 militaros fallecieron después, el 16 de agosto de 2005, cuando un helicóptero Eurocopter AS-532 Cougar se estrelló junto a la localidad afgana de Shindand.
Casi dos décadas de misión en Afganistán
Lejos queda ya la llegada de los primeros efectivos españoles al país asiático hace casi 20 años. Los encargados de abrir el camino pusieron pie a tierra en Kabul –la capital afgana– en enero de 2002, un mes después de que esta misión de la OTAN con autorización de la ONU fuera aprobada por un Consejo de Ministros presidido por José María Aznar. El contingente total estuvo formado por 350 efectivos.
La espantada española de Irak en 2004, ordenada por José Luis Rodríguez Zapatero, afectó gravemente a la reputación internacional del país, lo que hizo que el Gobierno se volcase en Afganistán para tratar de recuperar el crédito perdido. Fue en ese momento cuando el número de efectivos españoles aumentó vertiginosamente hasta superar más del millar y medio entre miembros de las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil.
Ese despliegue fue puramente testimonial en Kabul, y muy importante en las provincias de Herat y Badghis, junto a las fronteras con Irán y Turkmenistán. En esta última provincia es donde se combatió con más fuerza, instalando incluso puestos avanzados de combate para ganar terreno a los talibanes. Una situación que intentó ser ocultada por el Gobierno Zapatero, que en España trataba de vender que en Afganistán solo se hacía ayuda humanitaria.
En 2012 la OTAN fue reduciendo de forma progresiva el número de efectivos militares que tenía desplegados en el país asiático y, en 2013, España dejó los puestos avanzados de combate, que quedaron en manos del Ejército afgano. En diciembre de 2014 se puso punto y final a la misión ISAF tras casi 13 años de presencia en el país. Las Fuerzas Armadas españolas pusieron en marcha una gigantesca operación de repliegue por tierra, mar y aire.
Sin tiempo de espera, también empezó una nueva misión de la Alianza Atlántica, Resolute Support, muchísimo más reducida. En el marco de esa misión, las FAS han mantenido en el país asiática a entre una veintena y una treintena de militares, que han realizado labores de apoyo a la misión y han participado en el adiestramiento de los equipos de operaciones especiales del Ejército afganos. Es la última rotación de esos militares lo que este jueves ha regresado a casa.