Diez semanas después de la celebración de las elecciones autonómicas catalanas, ERC y Junts per Catalunya (JxCat) siguen varados en el desacuerdo. Los de Puigdemont pretenden apurar los plazos (la fecha límite para la investidura es el 26 de mayo) para presionar a ERC mientras que en el partido de Oriol Junqueras y Pere Aragonès ya no descartan una repetición de los comicios, hipótesis a la que conceden un 50% de posibilidades.
Desde que comenzaran las negociaciones no se ha avanzado en ninguna carpeta. No hay hoja de ruta, no hay reparto de consejerías, no hay acuerdo sobre el papel de Carles Puigdemont ni sobre el del Consell per la República.
Esta semana y de cara a la galería, delegaciones de Junts y ERC se han reunido en el Parlament todos los días. Ninguno de los dos partidos quiere aparecer como culpable de la ausencia de un acuerdo y las reuniones telemáticas daban pie a especulaciones y versiones de todo tipo, así que ahora ya se llevan a cabo reuniones presenciales.
Esa circunstancia ha sido vendida como un primer punto de aproximación. El segundo, la creación de cinco comisiones que deberán velar por el pacto cuando haya pacto y si es que hay pacto. La "idea" parte de JxCat y es bien vista por ERC.
En un primer momento se habló de tres comisiones. La primera comisión iba a estar formada por los presidentes y los portavoces de los grupos parlamentarios independentistas y se reuniría de manera casi constante. Compondrían la segunda comisión los mismos más los dirigentes de los partidos y algunos consejeros del gobierno regional y sus encuentros estarían más espaciados. En la tercera comisión estarían todos los anteriores más el gobierno en pleno y se reunirían cada seis meses.
Ahora ya son cinco las comisiones a crear para vigilar el cumplimiento de un hipotético acuerdo de gobierno. Las tres citadas, más una por encima de todas ellas y otra cuya composición y función están aún por definir. A pesar de la falta de concreción, tanto desde ERC como desde JxCat se vende el asunto como un gran avance, el primero de calado en las farragosas negociaciones entre los dos partidos, unos contactos envenados por el desprecio que se profesan los dos líderes, Junqueras y Puigdemont.