Pere Aragonès fue a por lana y salió trasquilado. Marmotada en el Parlament. El candidato republicano ha sido humillado por Junts per Catalunya (JxCat) y vapuleado por la oposición. Para abrir la segunda sesión de investidura, el aspirante hizo un soporífero resumen de su intervención del pasado viernes. Nada nuevo, ninguna oferta, salvo una indirecta a JxCat sobre el 1-O, el mito sagrado del separatismo. Inaudito rasgo de lucidez del futuro presidente de la Generalidad si Puigdemont no se rebota del todo.
"Es evidente que no conseguimos movilizar a la ciudadanía de Cataluña que quería votar no. No supimos contrarrestar la ofensiva del Estado y no hubo el reconocimiento internacional indispensable para conventirnos en un Estado", dijo Aragonès. Tal vez sea el diagnóstico más descarnado y certero procedente del separatismo que se ha hecho desde el golpe de Estado. Podría parece que ERC ha pasado página, pero no es el caso. La descalificación del 1-O le sirvió a Aragonès para insistir en el nuevo referéndum que junto con la CUP planea como fin de fiesta de su mandato.
El dirigente socialista Salvador Illa se mostró algo más contundente y lúcido que en la sesión previa. El cuajo de su intervención fue subrayar las mentiras de Aragonès: la mayoría ficticia, el 52% de menos de la mitad del electorado, los que fueron a votar el 14-F. Y eso sumando los votos del PDeCAT. sin ellos, el 48%. Poca cosa, apuntó Illa, para una nueva arremetida contra el Estado; la exaltación de instituciones ficticias como el Consell per la República en detrimento de las instituciones legítimas; que Cataluña es un solo pueblo; la vinculación de los avances sociales con los planteamientos separatistas y presentar los últimos diez años como una historia de éxito.
Tras el repaso socialista llegó el turno de Gemma Geis, de JxCat. La diputada se mostró más suave que su colega Albert Batet y aseguró que "nosotros no jugamos con plazos, ni con el fantasma de una repetición electoral, está en nuestro ADN llegar a un acuerdo de investidura, estamos más cerca desde el viernes, no cuestionamos su candidatura, ni planteamos tutelas desde el exilio". Tras aclarar esos extremos, el aviso: "no confunda a sus electores, sólo tiene 33 escaños, no 68". El acuerdo aún está lejos, si bien se detecta un cambio de tono que puede no ser más que táctico.
El mismo boicot a Vox
El auditorio del Parlament vivió la repetición de la escena de los diputados de ERC y los comunes (la versión catalana de Podemos) abandonando la sala en el turno de Ignacio Garriga, el presidente del grupo de Vox. Otros, de Junts, enseñaban carteles con la bandera catalana. El dirigente del partido conservador se volvió a mostrar duro y acusó a Borràs, Aragonès y la CUP de la violencia desatada contra dirigentes de su partido en el mitin de Vich durante la pasada campaña. "No hay mayor discurso del odio que hacer pasar por demócratas a los violentos", aseguró Garriga.
El representante de Ciudadanos, Carles Carrizosa, aprovechó su turno para calificar de "repugnante" que Borràs hubiera equiparado al comienzo del pleno a las mujeres asesinadas, a los ahogados en el Mediterráneo y a los fallecidos a causa del coranavirus con los supuestos represaliados del proceso separatista.
"Hacer el canelo"
Por su parte, el dirigente del PP Alejandro Fernández ha calificado de "hacer el canelo" las salidas y entradas de la sala para boicotear a Vox. "Esto en el Congreso no lo hacen. Muestran más respeto por el Congreso que por el Parlament. Vaya manera de reivindicar las instituciones catalanas", ha asegurado. Sus palabras han tenido efecto, toda vez que en el segundo turno de Garriga han sido muchos menos los diputados que han abandonado el auditorio. Tanto Cs como el PP han insistido en la tesis de que Puigdemont pretende humillar a Aragonès y a su partido. Y como era previsible, Aragonès no ha resultado investido. Los resultados de la votación han sido los mismos que el pasado viernes: 42 "sí", 61 "no" y 32 abstenciones. Borràs iniciará en breve una nueva ronda de contactos para encontrar un candidato viable. Illa pide paso, aunque es harto improbable que la presidenta de la cámara acceda a otra sesión de investidura abocada al fracaso.