La órbita socialista del Gobierno no echará de menos a Pablo Iglesias. Seguramente le echará de más de aquí al mes que resta hasta que comience la campaña electoral en Madrid, en torno al 20 de abril. El vicepresidente segundo ha confirmado este martes su intención de seguir el precedente de Salvador Illa y permanecer "hasta el último minuto" en Moncloa aprovechándose de la atalaya gubernamental como catapulta electoral, usos y costumbres.
"Hoy estaba muy contento", explican miembros del Gobierno en el primer Consejo de Ministros después de anunciar su salida en un vídeo interno. "Feliz" y, hasta cierto punto, aliviado por desprenderse de la carga que supone estar en el Gobierno, una posición que "no es cómoda" para nadie, pero menos para un perfil que responde más al de "activista" que al de gestor.
La órbita socialista del Gobierno deja constancia de la felicidad del vicepresidente saliente por volver a "su hábitat natural", el de la confrontación electoral en el que se mueve como pez en el agua, el de buscar el foco y el titular tras meses escondido a la sombra de Pedro Sánchez. Iglesias calienta la banda tras el "aburrimiento" de estar en Moncloa perdido en la burocracia gubernamental desde una cartera sin competencias y se encamina a la contienda que "le pone" y en la que "se siente más útil".
Pero no es el único que exuda satisfacción. De una forma más silente y disimulada, la alegría se instala en la órbita socialista del Ejecutivo haciendo honor al refrán "a enemigo que huye, puente de plata". En Moncloa se sonríen por la salida del número tres del Gobierno, que tanta paz lleva como deja, y confían en la buena relación de Yolanda Díaz con Pedro Sánchez, y en las formas de la actual ministra de Trabajo. Son conscientes de que las diferencias ideológicas seguirán en el Consejo de Ministros aunque también descuenten que Díaz, seguramente relegada a la vicepresidenta tercera por respetar el escalafón económico de Nadia Calviño, no aireará las tensiones internas que para Iglesias eran "necesarias para visibilizar al socio minoritario".
Pese a todo, algunos piensan que las tensiones no irán a menos sino a más habida cuenta de que Iglesias, inmerso en la campaña electoral madrileña, "tendrá más libertad" para arremeter públicamente contra el Gobierno. Pero, descontada esa política de tierra quemada, lo que motiva verdaderamente la comedida felicidad socialista es el futuro de Iglesias ante una operación "arriesgada" que podría terminar con su carrera política. Desde el Ejecutivo se alerta de los muchos riesgos de su apuesta madrileña que explican por su necesidad de protagonismo, su complejo de "Peter Pan" y su ansiedad por "comerse a Errejón". Y advierten de que la estrategia ya empieza mal por el error de cálculo del líder de Podemos a quien Mas Madrid le ha dicho que "no quieren que vaya a salvarles".
En Moncloa entienden que Iglesias haya creído que "él es lo que mejor le funciona a su formación" pero también anticipan que "no será vicepresidente de Gabilondo" y que no aceptarán en ningún caso que él lidere un gobierno de izquierdas, como deslizó en su vídeo interno, siendo quinta fuerza política. Con un más que posible gobierno del PP y Vox, liderado por Isabel Díaz Ayuso, se preguntan cuál podría ser el futuro de Pablo Iglesias: "Si recogerá el acta" o será el principio de una jubilación prematura porque lo único que no genera duda alguna es que su salida del Gobierno de coalición "no tiene marcha atrás".