Sexta noche de disturbios en Barcelona. Los Mossos y la Guardia Urbana están al borde del agotamiento. Doblan turnos, suspenden permisos y cambian destinos. Los agentes de Seguridad Ciudadana apoyan a los Antidisturbios, presionados al máximo por la violencia de los separatistas y antisistema y por la dejación política. La Guardia Urbana se multiplica y vuelven a lucir las defensas y equipos para hacer frente a manadas de violentos.
Ada Colau y el consejero de Interior, Miquel Sàmper, insisten en glosar el derecho de manifestación por encima de cualquier otra consideración. Condenan la violencia con la boca pequeña mientras teorizan sobre el malestar juvenil, el paro y la falta de perspectivas. Patronales, comerciantes, hosteleros y vecinos claman en vano contra el abandono político, la manga ancha con los violentos y la ausencia absoluta de autoridad.
Los manifestantes muestran gran habilidad en el manejo de las tácticas del terrorismo callejero. Se sirven de la abundante "literatura" generada en Grecia e Italia por grupos antisistema. Utilizan con soltura bengalas, petardos, cócteles molotov y toda clase de artefactos incendiarios. Sus movimientos no son gratuitos, buscan dispersar a los agentes y acorralar a los policías que se descuelguen de sus compañeros.
Como siempre, el primer tramo de una manifestación "festiva" da paso a una oleada de violencia extrema.
Otra vez ha sido el centro de Barcelona el escenario de los enfrentamientos y disturbios más graves. La manifestación partía de la estación de Sants y estaba formada por un millar de individuos. La paz duró hasta que se llegó a las inmediaciones de los escenarios más conocidos, la plaza de Cataluña, la rambla del mismo nombre, la ronda Universidad y el paseo de Gracia. Aparecen las banderas esteladas, las pancartas a favor del un cambio de régimen y comienza el pillaje, los saqueos y el incendio de bienes públicos y privados.
La delegada del Gobierno, ausente
Nadie asume la más mínima autoridad. La delegada del Gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera, es la gran ausente. Los violentos fijan su atención en la Jefatura Superior de la Policía Nacional de la Vía Layetana. Un grupo de agentes de la Policía Nacional protege su sede. Un policía resulta herido al ser alcanzado por una señal de tráfico lanzada por un energúmeno. La escena ya es habitual. Los cuerpos policiales no responden al 99% de las agresiones y ataques mientras el consejero de Interior y la alcaldesa insisten en criminalizar a los agentes con declaraciones sobre modelos y protocolos policiales.