La jugada es un órdago a la grande, pero no un farol. El candidato del PSC y ganador de las elecciones catalanas, Salvador Illa, comienza a negociar esta tarde con los partidos catalanes dando por perdido formar gobierno pero con una exigencia firme encima de la mesa: que el PSC presida el Parlamento de Cataluña.
Una estrategia que le permitiría cumplir con dos objetivos. El primero, a corto plazo, presentarse en primer lugar a la investidura en el parlamento catalán para que no se difumine su victoria electoral, como ocurrió con Arrimadas, y cale la idea del cambio como idea fuerza de su campaña electoral, aunque éste no alcance aun al gobierno catalán.
Cambio en la presidencia del Parlament que permitiría a largo plazo al PSC de Illa erigirse en contrapeso al independentismo, como órgano de control o contrapoder que serviría de garantía ante una vuelta a las andadas del independentismo que amenaza con "volverlo a hacer" sobre el referéndum ilegal. Preguntado por la cuestión en rueda de prensa en Barcelona, Illa prometió que "vamos a lucharlo todo. Nosotros hemos ganado las elecciones y tenemos derecho a todo esto. Vamos a comportarnos como nos tenemos que comportar como el partido político con mayor apoyo popular en las elecciones que se celebraron ayer, con cierta diferencia respecto al segundo y el tercero". Una batalla que se inicia esta tarde y se consumará "a partir del 12 de marzo, que es cuando se constituye el Parlament y el PSC va a hacer todo lo que esté en su mano".
La jugada va en serio, aseguran los socialistas, y permite ampliar el marco de la negociación poniendo el foco en otras cuestiones al margen de la formación del gobierno que, tanto Moncloa como el PSOE y PSC, dan por descontado que será un gobierno independentista de ERC, Junts y la Cup. No incorporan a En Comú Podem en la ecuación porque dicen que "es imposible que apoyen un gobierno de la derecha de Borrás", y porque descartan tajantemente un tripartito con ERC y En Comú que sería "un suicidio" en Cataluña y en España.
Explican además fuentes de Moncloa que el tripartito de izquierdas va radicalmente en contra de su estrategia de largo alcance, con la vista puesta en la celebración de las elecciones municipales dentro de dos años y pico, en mayo de 2023, y el enorme poder territorial que está en juego para cerrar el ciclo de cambio que se inició la noche del 14 de febrero.
La pregunta que sobrevuela en su estrategia es si no hay temor a que se tambalee su alianza con ERC, envalentonado por su victoria en el bloque independentista. La respuesta es que no "porque no les interesa" a los republicanos. "Esquerra ha ganado en el bloque independentista pese a haber apoyado los presupuestos, la investidura de Pedro Sánchez y las prórrogas del estado de alarma. Han pasado lo peor" y todo ello les ha llevado hasta aquí, a desmontar el mito eterno de que ERC siempre gana las encuestas pero no las elecciones.
Todo ello da alas a los estrategas de Moncloa para quienes "no tendría sentido quemar las naves" ahora. Sólo el tiempo dirá si la victoria ha insuflado en Moncloa un exceso de confianza y optimismo o si, como la anterior legislatura, acaban por reconocer que sus socios "no son de fiar".