Una vez más, la solución a la guerra abierta en el seno de la coalición es no hablar de ella. El vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, quien denunció en una entrevista al diario Ara la baja "normalidad política y democrática de España", ha evidenciado este martes que es en el funcionamiento del Consejo de Ministros donde se sustancia el mal funcionamiento democrático del órgano colegiado del Gobierno. Ni Iglesias ha tomado la palabra ni nadie se ha referido, con reproche o sin él, al cuestionamiento que hizo sobre el estado de derecho en España porque "de los dos partidos que gobiernan Cataluña, uno está en prisión y el otro en Bruselas".
Con la opacidad y la falta de transparencia habitual de Moncloa, se evitó el reproche en público pero también en privado. En la rueda de prensa posterior al Consejo, la portavoz gubernamental, María Jesús Montero, se limitó a informar de que "el vicepresidente en el día de hoy no ha tomado la palabra en el Consejo de Ministros respecto ni a esta cuestión ni a ninguna otra... Ni ha sido una materia que se haya abordado como tal en el Consejo de Ministros, por lo tanto la respuesta es no: no ha hablado de esta cuestión en la reunión que hemos celebrado, ¿verdad ministra?", señaló Montero mirando a su compañera de mesa, la ministra de Sanidad, Carolina Darias.
Montero fue interpelada hasta en cinco ocasiones por esta cuestión, demandando una corrección del vicepresidente que habló "como vicepresidente" y no como líder de su partido, Unidas Podemos, pero Montero esquivó la cuestión con una leve corrección ya realizada previamente por otros miembros del Ejecutivo como la vicepresidenta, Carmen Calvo, la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, o el ministro de Transportes, José Luis Ábalos: "España es una democracia plena consolidada, de las 23 mejores democracias del mundo, No hay ningún tipo de polémica respecto a esta cuestión".
Pero no sirvió para zanjar una polémica que no pretende medir el nivel de calidad democrática de España sino la lealtad del vicepresidente del Ejecutivo y su efecto en las relaciones de la coalición. Preguntada por Libertad Digital por este aspecto en concreto y si "es normal que el vicepresidente de un Gobierno ponga en duda la calidad democrática de su país", la ministra portavoz rechazó hacer de traductora oficial: "No es esta mesa del Consejo de Ministros el traductor oficial de las palabras de los ministros, sino que cuando hay alguna duda respecto de su intencionalidad, lo más sano, lo más sensato es preguntarle a ellos directamente para que aclaren esa posición".
Pero sí justificó o descargó responsabilidad de Iglesias por considerar que sus declaraciones "tienen ustedes siempre que contextualizarlas en el marco de la campaña electoral que se está celebrando en Cataluña". Y añadió en modo imperativo: "Tenéis que entender que se enmarca dentro de una campaña electoral. También es el líder de una formación política que se presenta claramente y ha transmitido cuáles son sus pretensiones en términos de electorado y de alianzas".
Como si la contienda electoral fuera una excusa insuficiente, Montero se aventuró a ejercer de traductora, pese a su reticencia inicial: "Quiero entender que esas palabras del vicepresidente son una expresión de su vocación por mejorar permanentemente la calidad democrática del país. Una tarea que nunca acaba".
Disculpa oficial en un palacio de la Moncloa donde la omertá, en público y en privado, van a la par, salvo que haya una entrevista en un medio de extrema izquierda o ultranacionalista de por medio.