Hace poco más de una década, el hombre que este miércoles toma posesión de la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden, aterrizó en la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid) a bordo de un Boeing C-32 con indicativo militar Air Force Two. Es la aeronave castrense que traslada al vicepresidente estadounidense, el cargo que ocupaba en la administración de Barack Obama. Su visita a nuestro país formaba parte de una gira que estaba realizando por Europa.
La España de entonces era bastante diferente. Juan Carlos I era Rey y jefe del Estado. José Luis Rodríguez Zapatero era el inquilino de La Moncloa. La fallecida Carmen Chacón actuaba como ministra de Defensa y el máximo responsable operativo de las Fuerzas Armadas (JEMAD) era el general del Aire José Julio Rodríguez, del que nadie pensaba que podría acabar siendo el asesor militar estrella de un partido populista de extrema izquierda.
Biden llegó a nuestro país y solo forzó un acto en su agenda. Quería visitar y rendir homenaje a los efectivos de la Brigada Paracaidista (BRIPAC) del Ejército de Tierra, que a las pocas semanas iban a partir rumbo a Afganistán para desplegarse en Badghis, la provincia más pobre del país asiático y bajo responsabilidad española –también lo estaba la provincia de Herat–. Allí iban a combatir a los talibanes codo con codo con tropas estadounidenses.
El Gobierno organizó un acto en la Base Príncipe de Paracuellos del Jarama (Madrid) y hasta allí fueron Zapatero y la cúpula militar española, pese a que el presidente español se dedicaba entonces a esquivar actos militares, especialmente los funerales de los efectivos que perdían la vida en Afganistán. Lo que nunca imaginaron es que la diferencia tan abismal entre los dos discursos –el de Biden y el Zapatero– iba a dejar en evidencia al mandatario nacional.
El ademán ante los himnos nacionales ya marcó las primeras diferencias. Uno, totalmente serio, con su mano derecha sobre el corazón, mientras sonaban los acordes del himno de su país. El otro, con una sonrisita inquietante en la cara, buscando con la mirada algo con lo que distraerse mientras terminaba el himno de su país, que aparentemente se le empezaba a convertir en un suplicio.
El vicepresidente norteamericano afirmó que quería "rendir tributo" a los "guerreros" que acompañan las tropas estadounidenses en Afganistán. "Cuando los soldados estadounidenses tienen que escoger quienes les acompañan en el combate, eligen unidades de élite valientes como las que tengo delante", continuó. Tras esto, aseguró que cumplían con "honor y orgullo" la "obligación" de combatir el terrorismo y les recordó que luchaban por la libertad.
El presidente español no se salió ni un milímetro de su visión de las Fuerzas Armadas como una ONG. Según dijo, los soldados y civiles –en alusión a los cooperantes– desplegados en el país asiático "encarnáis la solidaridad española" y destacó que la presencia española había contribuido a "aumentar los niveles de educación" y a crear "puestos de trabajo". Además, justificó una y otra vez la presencia militar en acuerdos de la ONU y la OTAN.
Biden recordó a los cuatro militares españoles fallecidos en Haití pocas semanas antes y señaló que estas muertes son una consecuencia del "liderazgo internacional". Tras esto, quiso "rendir tributo a vuestros cónyuges, hijos, padres, madres, hermanos… a los que esperan a los soldados", porque ellos también tienen una carga importante. "Soy padre de un hijo que ha vuelto de Irak, conozco los temores y las sensaciones que se tienen", dijo.
Lejos de la empatía mostrada por Biden, que incluía su propio sentimiento personal como padre, Zapatero se limitó a recordar a los 93 muertos en misiones en el exterior que tenía en aquellos momentos España y a señalar que "las familias tenéis nuestro cariño y la comprensión por vuestro dolor". Dicho por un presidente que, como ya se ha mencionado anteriormente, venía de esquivar los funerales de los últimos militares españoles muertos en Afganistán.
Las diferencias continuaron incluso en la despedida. Tras asegurar que "mis compatriotas están en deuda con vosotros", el vicepresidente norteamericano cerró su intervención con un que "Dios os proteja, que Dios os bendiga". Alejado de giros religiosos, el presidente español se decantó por una inquietante frase para quienes en pocas semanas se van a una guerra: "Mucha suerte".