Los pitos, los abucheos y las protestas contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, han vuelto a protagonizar un año más la celebración del acto central de la Fiesta Nacional. Ni el poco público que podía acceder a la zona ni la distancia han salvado al también líder del PSOE de las críticas ciudadanas. Ni siquiera ha tenido el consuelo de compartir los reproches con su vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que ha pasado inadvertido.
Precisamente, el líder de la formación morada ha acudido por primera vez a la celebración del 12 de Octubre, pues se había ausentado de esta onomástica desde su entrada en política con diferentes excusas. También han asistido el resto de miembros que la coalición Podemos-IU tiene en el Gobierno. Ninguno de ellos, como su líder, había asistido hasta ahora a los actos por el día de la Hispanidad.
El resto del plano institucional no ha variado de otros años. La Familia Real ha sido recibida el presidente del Gobierno; la ministra de Defensa, Margarita Robles; el JEMAD, general del Aire Miguel Ángel Villarroya; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. A una distancia prudente, el resto de los miembros del Ejecutivo y demás autoridades militares.
En otro lugar, a una distancia prudencial, los presidentes de 13 comunidades y las dos ciudades autónomas. Se han ausentado, como es habitual, los dos presidentes de las regiones que están gobernadas por partidos nacionalistas: País Vasco (Iñigo Urkullu) y Cataluña (sin presidente tras la inhabilitación de Quim Torra, no manda ningún otro representante). También los de Baleares (por cuestiones de movilidad a causa de la Covid-19) y el de Aragón (se encuentra de baja médica).
El acto ha estado claramente marcado por el fuerte impacto en nuestro país de la pandemia de coronavirus, que ha obligado a reducir a la mínima expresión un acto que tradicionalmente se venía celebrando en las grandes avenidas de Madrid con la presencia de miles de ciudadanos. Este lunes se ha desarrollado en el patio de la Armería del Palacio Real, presidido por un Felipe VI que portaba el uniforme de capitán general del Ejército del Aire.
También se ha acortado el programa. Ni descenso de bandera a cargo de un paracaidista ni adornos excesivos. Solo cuatro actos: izado de Bandera, un homenaje a los que dieron su vida por España, una limitada imposición de condecoraciones y un pequeño desfile terrestre. Y mucho más pequeño. Ni vehículos, ni carros de combate. Y de los más de 4.500 efectivos que participan de forma habitual en el desfile terrestre se ha pasado a menos de 550 efectivos.
Ha desfilado una unidad de Música y ocho secciones correspondientes a la Guardia Real, los alumnos de la Academia Central de la Defensa, el Regimiento "Inmemorial del Rey" nº1, la Agrupación de Infantería de Marina, la Escuadrilla de Honores del Ejército del Aire, la Unidad Militar de Emergencias (UME), la Agrupación de Reserva y Seguridad (GRS) de la Guardia Civil, y La Legión, única unidad participante que no tiene su base en Madrid, y que este año celebra el centenario de su creación.
También ha habido representantes de organismos civiles, como el Cuerpo Nacional de Policía, la Dirección General de Protección Civil y Emergencias, el SUMA, el ERICAM, el Cuerpo de Agentes Forestales de la CAM, el SAMUR, la Policía Municipal de Madrid y el Cuerpo de Bomberos, tanto del Ayuntamiento como de la Comunidad de Madrid.
Tampoco ha habido rastro del desfile aéreo. Si tradicionalmente suelen sobrevolar el cielo de la capital entre 75 y 100 aeronaves de todos los ejércitos, este año solo se ha podido disfrutar de la Patrulla Águila del Ejército del Aire. Y han hecho una única pasada y no dos como es habitual. Este año sólo han dibujado la bandera de España en el firmamento de la capital durante el homenaje a los caídos.