El separatismo ha retomado en los últimos meses la campaña para exterminar el idioma español en Cataluña. Tras su práctica erradicación en los centros educativos y en las administraciones, el objetivo es ahora extirpar la lengua materna de más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña de la vida social de la región. La nueva titular de Cultura de la Generalidad, Àngels Ponsa, se estrenó con unas declaraciones en las que abogaba por reducir el español al ámbito doméstico: "Que cada uno en su casa hable su lengua materna, pero que después la lengua de conexión, la lengua común sea el catalán".
Su antecesora, Mariàngels Vilallonga, le había puesto el listón muy alto al abroncar a los directivos de TV3 porque a su juicio en la cadena autonómica se habla "demasiado castellano" y al considerar el español una más de las trescientas lenguas que se hablan en Cataluña, por detrás del catalán pero en pie de igualdad con el urdú o el rumano.
Los avisos "oficiales" sobre el futuro del español en Cataluña vienen acompañados de señalamientos a cargo de la fiel infantería del proceso separatista, presentadores de TV3, altos cargos, humoristas y artistas que no tienen reparo alguno en insultar a los hispanohablantes. Así, Jair Domínguez, colaborador de la televisión autonómica, quien emitió un tuit en el que aseguraba: "El único debate, entiendo, es que si vives en Cataluña y no hablas catalán o eres tontito o mala persona". O la reportera de TV3, Mireia Prats i Riera, quien denunció a un guardia de seguridad de la consejería de Sanidad por no entender el catalán.
En ese contexto tóxico se considera normal que un jefe de prensa de la Generalidad afee al cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, que no tuitee en catalán y le exija "respeto" por la lengua o que los comisarios lingüísticos voluntarios de la organización "Plataforma per la Llengua" denuncien a Colau porque en un semáforo de una plaza ponga en español "pulse el botón" y "espere verde". Se trata de la misma gente que denunció a la consejería de Salud de la Generalidad porque un comic informativo sobre el coronavirus había sido impreso primero en español en vez de en catalán. Dadas las circunstancias, que en la Selectividad se entreguen exámenes en español sólo si lo pide el alumno se llega a considerar una muestra de respeto por la legalidad.
El ambiente favorece los insultos y salidas de tono del separatismo. Tres de los últimos episodios dan cuenta del sesgo y amplitud de la campaña. El agente de los Mossos que lidera a los policías catalanes por la independencia avisa a los "colonos" de que "os encontraremos a todos y después correréis". La amenaza es de mediados de agosto y quien la profirió, el ínclito Albert Donaire, sigue en su puesto de mosso d'esquadra sin que se le haya abierto expediente alguno. Al tiempo, el independentismo exige que se despida a una camarera del Parlament porque habló en español para un reportaje de TV3 sobre el cuarenta aniversario de la cámara autonómica.
El último ejemplo es del payaso Tortell Poltrona, quien llamó "inadaptados" a quienes no hablan catalán en el pregón de las fiestas de la Merced de Barcelona. La organización Impulso Ciudadano y el partido Ciudadanos han denunciado las consideraciones racistas y supremacistas de Poltrona, pero llueve sobre mojado y no pasará nada. Nunca pasa nada. Poltrona es el último héroe del separatismo, que no le tiene en absoluto en cuenta que en 2013 aceptara del "enemigo", el Gobierno de Rajoy, el premio nacional del circo, un galardón dotado con 30.000 euros.